LA DAMA DE ELCHE Y EL SANTO CÁLIZ DE VALENCIA, SÍMBOLOS DEL ANTHROPOS FEMENINO Y DEL EROS, EN EL ACONTECER ARQUETIPICO DEL INCONSCIENTE COLECTIVO EN NUESTRO TIEMPO
Durante los cinco últimos años de la vida de Marie-Louise von Franz, tuve el privilegio de realizar una colaboración personal con ella. Por este honor, querría agradecer, tanto al Dr. D. José Zavala, como al Dr. D. Dieter Bauman y, en particular, me gustaría expresar mi gratitud a Barbara Davies, quien, debido a la limitación de las capacidades físicas de la Dra. von Franz, durante estos años, nos asistió en nuestra correspondencia.
Todos los que conocimos a Marie-Louise von Franz sabemos hasta qué punto ella había desarrollado el Eros en su propia vida personal. En un artículo sobre la vida y la obra de la Dra. von Franz 1, que publicó Barbara Davies, decía que sus escritos permanecerían por siempre, como un signo viviente de su entrega a lo femenino y de la redención de éste en nuestra época. Así, por ejemplo, en una de sus últimas obras, “La Gata: un cuento de Redención Femenina” (publicado después de su muerte, en 1999) 2, en el cual interpretaba un cuento rumano, desarrolló la idea de que, por mediación de lo femenino, tendría lugar una profunda transformación, coincidente con el cambio zodiacal de nuestro tiempo. Según su visión, el principio femenino de Eros, la inspiración y el entendimiento racional se unirían, y podrían curar las heridas surgidas de una concepción de la vida unilateral y patriarcal.
En esta misma dirección, en nuestra correspondencia, a menudo, hablábamos de manifestaciones independientes y espontáneas del inconsciente como, sucesos, sueños y sincronicidades 3, relacionados, al parecer, con este misterioso proceso de la integración del principio femenino en el consciente colectivo de la sociedad de nuestro tiempo y, que parecían estar llenos de esperanza para el futuro. Como si nuestra época correspondiera a una etapa de vislumbre de este contenido arquetípico, constelizado, en la actualidad, a la espera de encarnarse o realizarse más y más en nuestra realidad cotidiana. Hoy día, vemos como la manifestación concreta de lo femenino viene expresándose de múltiples formas, tanto en el nivel colectivo, como en el individual; así, por ejemplo, se percibe su fuerza en los movimientos feministas, en el despertar de la conciencia ecológica, en los espontáneos movimientos antiglobalización, pacifistas, de solidaridad, y de defensa de los derechos humanos. En el nivel personal, este mismo impulso se expresa, también, tanto a través de sueños y visiones, como mediante la realización individual de los valores de lo femenino: la sensibilidad, el sentimiento, la comprensión, la tolerancia, etc, en las pequeñas cosas de la vida diaria, y en lo que respecta al varón, psicológicamente, se corresponde con los contenidos del arquetipo del anima, aspecto femenino, interno, de la psique masculina, que al desarrollarse, se transforma, de molesta adversaria, en una función de relación entre el consciente y el inconsciente.
Una sincronicidad que tuvo lugar, en el contexto de nuestra relación, sucedió tras contarle un sueño en el que: “... el Rey de España, D. Juan Carlos de Borbón, acudía a saludar a la gente del grupo de trabajo de Psicología Analítica de Valencia...”, y, cuando poco tiempo después, tras otros acontecimientos significativos, se acuñó una moneda de oro, en conmemoración del primer centenario del descubrimiento del busto de la Dama de Elche, en cuyo anverso figuraba la efigie del Rey de España.
Una sincronicidad que tuvo lugar, en el contexto de nuestra relación, sucedió tras contarle un sueño en el que: “... el Rey de España, D. Juan Carlos de Borbón, acudía a saludar a la gente del grupo de trabajo de Psicología Analítica de Valencia...”, y, cuando poco tiempo después, tras otros acontecimientos significativos, se acuñó una moneda de oro, en conmemoración del primer centenario del descubrimiento del busto de la Dama de Elche, en cuyo anverso figuraba la efigie del Rey de España.
La Dama de Elche es una escultura de piedra, descubierta por un joven que cavaba cerca de un yacimiento arqueológico, en La Alcudia de Elche, provincia de Alicante, en el mes de Agosto de 1897. ( Elche dista, aproximádamente, 200 Km. de Valencia, en la Costa Blanca, al sureste de la costa mediterránea y esta pieza constituye una de las más importantes obras de arte ibérico encontradas, que, en 1948, apareció en el primer billete de una peseta, expedido por el Banco Central de España y, más tarde como sello de correo postal, en 1969). Es un magnífico busto, de una serena y solemne mujer, ataviada con un complejo vestuario, collares y unos rodetes a cada lado del rostro. En la parte trasera de la escultura se halla una cavidad, posiblemente, usada como depósito de ceniza de los difuntos. Podría ser, por lo tanto, utilizado, también, como urna cineraria, típica de los ritos funerarios íberos. Algunos, la fechan en el siglo IV A.C. y otros, en el período Helenístico o Romano. Esta enigmática figura de la Dama de Elche, tras su descubrimiento, fue conocida, popularmente, como la “Reina Mora” 4. Desde entonces, dio lugar a diferentes hipótesis sobre su misteriosa identidad y se pensó que podría representar a una Diosa Madre de la antigüedad, como Isis, Tanit, Cibeles o Juno, o, bien, tratarse de una sacerdotisa, o, incluso, una novia ataviada al modo de la época.
Desde un punto de vista simbólico, esta sincronicidad podría representar una forma de compensación del inconsciente, para indicar la necesidad de que la dominante del consciente colectivo, representado por el símbolo del rey, se mantuviera en relación con el inconsciente, en primer lugar, en el sueño, a través del grupo de psicología y, luego, a través de esa figura arquetípica femenina, de la Dama de Elche. Señalándose, así, en la dirección de la integración consciente del principio femenino y - Deo concedente (con el consentimiento y la gracia de Dios) - hacia la realización de un nuevo símbolo de unificación de los opuestos.
En mi carta a la Dra. von Franz, también, en aquella ocasión, le hacía mención de un sueño que me había contado Antonio Masiá, un modesto y humilde anciano, un hombre excepcional, que había sido podador de naranjos y frutales, “médico de árboles”, me dijo, cuando le conocí a sus 95 años. Había vivido en completa incomprensión y soledad del mundo, pero, había desarrollado una gran altura ética e irradiaba un intenso sentimiento de amor. Él consideraba que el mundo estaba muy atrasado en el tema del amor, mostrando una especial sensibilidad y respeto por la dignidad y la igualdad de la mujer; decía que lo que necesitaba este mundo era que ella fuera igual de libre que el hombre. También, expresaba una especial admiración por el Papa Juan Pablo II, por haber sido capaz de perdonar a Ali Agca, que había atentado contra él. Algunas personas habían denominado a Antonio Masiá, durante su vida, “el nuevo Cristo”, porque decía que había nacido para el amor y que había ido más allá de los Diez Mandamientos, que proponían “amar al prójimo como a uno mismo”, porque él lo amó más que a sí mismo.
En aquel tiempo, Antonio Masiá terminaba sus días, rodeado por el cariño y el respeto de sus más próximos y tuve el privilegio de escuchar sus inspiradas palabras, así, como también, conocer algunos de sus sueños, y de éstos, el que hacía referencia en mi carta, porque estaba en relación con el motivo del Rey de España, y que le había producido la más íntima y profunda dicha: “...una multitud de gente, entusiasmada, acudía a su casa. El Rey de España había dicho de él que le debían un gran agradecimiento, pues, había sido capaz de convocar a todos los gobernantes de la tierra en una voluntad por la paz y tenía en sus manos un libro con las firmas de todos ellos, expresando su deseo y su firme compromiso de contribuir a la construcción de la paz en el mundo. Las gentes le veneraban como al Salvador, pero él les habló en la calle y les dijo que, simplemente, era un ser humano y que lo único que había hecho fue llevar ,”El Libro de la paz”, primero, al Rey de España y, luego, a cada uno de los gobernantes de las demás naciones, que todo eso se lo debían a Dios, que no había más que Uno y que era el Artífice de todo lo viviente...”
Días antes de su muerte, a la que, ya, estaba esperando, plenamente consciente y deseoso, desde hacía tiempo, me dijo que creía que no podía haber un ser humano más feliz que él y que no olvidara nunca “El libro de la Paz”. En Antonio Masiá, el homo simplicísimus, que había sido amigo de los árboles, que permaneció en contacto y armonía con el mundo vegetativo, de las emociones y de los instintos, se realizó, en su proceso de individuación, un símbolo del Sí-mismo, de unión de opuestos, en “El Libro de la Paz” y, como, también, así, se manifestó, en otro de los últimos sueños, que relató, en el cual, “...se encontraba en un campo de naranjos, en su casa, con su familia, junto al gran árbol que formaban todos los naranjos unidos en un solo árbol...”. Él mantuvo, durante su vida, una conexión viviente con el Sí-mismo, el arquetipo de la totalidad, y, como dice la Dra. von Franz 5, cuando uno está en armonía con el Sí-mismo, hay una sensación de paz y de felicidad absoluta. Los demás le pueden juzgar tanto como quieran, a partir de teorías intelectuales destructivas, pero, no le hacen ningún daño, porque sentirse próximo al Si-mismo, eso le vuelve a uno indestructible. El inconsciente y el consciente están, recíprocamente, en paz y, ante los ataques destructivos de las emociones, desde dentro y desde fuera, permanece libre y trascendiéndolos.
En aquella época, Marie-Louise von Franz vivió, con gran preocupación y mucho interés, la crisis de la antigua Yugoslavia y fue, poco después de su muerte, cuando, desgraciadamente, se recrudeció la guerra. Pero, allí, nueve años antes de estallar el conflicto, en Junio de 1981, en Medjugorje, habían tenido lugar unas apariciones de la Virgen a seis jóvenes pastores, trayendo este mensaje: “Dios es la totalidad de la vida y, para gozar de la totalidad y obtener la paz, debemos volver a Dios”. Para ellos, la Virgen se anunciaba como “la Reina de la Paz” y, esa misma palabra “mir” ( paz, en lengua croata), dos meses después, las gentes dijeron que se veía, escrita, en el cielo, desde distintos lugares de la comarca, encima de la cruz del monte Krizevac 6.
En Antonio Masiá, a nivel individual, se realizó una unión de opuestos, manifestada en sus símbolos personales del “El Libro de la Paz”, o, “El Gran Árbol”; pero, en el nivel colectivo, parece ser que, también, fueran necesarias expresiones simbólicas, como “la Reina de la Paz”, en Yugoslavia, que reflejaran este impulso evolutivo del inconsciente hacia la unión y reconciliación de los opuestos. Por eso, tal vez, hoy, parecería que, también, habrían de surgir símbolos colectivos que, como dice von Franz, en su articulo, Nike y las aguas de Estigia 7, encarnen una nueva actitud, capaz de unificar a los opuestos, siendo capaces de contener y expresar la fuerza creativa de la corriente que empuja, desde las profundidades del inconsciente colectivo, pudiendo contrarrestar la fuerza destructiva, permitiendo, así, una posible victoria de la Humanidad y el Eros.
Pocos días después de enviada mi carta, describiendo los sucesos y el sueño de Antonio Masiá, von Franz respondía, expresando sus apreciaciones sobre los eventos que había compartido con ella. En esa carta, me hacía la indicación de que la Virgen Negra de la Abadía Benedictina de Einsiedeln 8 era un paralelo de la Dama de Elche, y me contaba un sueño suyo:
Küsnacht 16 , Mars, 1995
...Merci pour les nouvelles synchronistiques. L´année dernière j´ai rêvé que Jung allait faire quelque chose pour la paix sur terre, en collaboration avec - La Madone Noire d´Einsiedeln ( une parallèle de La Dame d´Elche). Moi-même j´etais servante privilégiée de pouvoir voir cela ...
(…Gracias por las noticias sincronísticas. El año pasado soñé que Jung iba a hacer algo por la paz en el mundo, con la colaboración de la Virgen Negra de Einsiedeln (un paralelo de La Dama de Elche). Yo misma era servidora privilegiada de poder ver esto…)
Tras recibir su carta, sucedió una nueva sincronicidad, llena de sentido, pues, en la inauguración, a los pocos días, del nuevo Museo de Arte Prehistórico de Valencia, se anunciaba que se expondría una reproducción tridimensional, holográfica, de la Dama de Elche. Cuando, con gran interés, acudí, allí, para verla, fui sobrecogido, de manera muy especial, ante el efecto de luminosidad y colorido que provocaba su contemplación, pues, parecía como si su “espíritu” se hubiera vivificado y estuviera de nuevo entre nosotros.
En una ocasión, José Zavala me dijo que nuestra psicología era tridimensional, en comparación a la visión intelectual y bidimensional de Freud, porque, nosotros, al desarrollar el pensamiento simbólico, tratábamos de incluir, también, la función del sentimiento, permaneciendo conscientes del efecto y la resonancia emocional que los acontecimientos producían en nosotros.
Poco tiempo después, de nuevo, tuvo lugar otra sincronicidad, durante las fiestas populares de las Fallas del año de 1996. Estas son unas festividades de primavera, en las que las calles se llenan de construcciones (“fallas”) de madera y cartón, con figuras muy elaboradas, de carácter satírico, que, cuatro días después, con un sentido de renovación, culminan, con la celebración de la “cremá”, en la noche de San José, cuando son consumidas por el fuego. Los Reyes de España acudieron a Valencia, en aquella ocasión, y asistieron a una “mascletá”, uno de los actos que se celebra en la plaza del Ayuntamiento, en el que se quema una gran cantidad de pólvora, en forma de espectáculo pirotécnico, que tiene un ritmo cada vez más fuerte, hasta que se produce un sobrecogedor estruendo, tan intenso, que, literalmente, hace vibrar la tierra.
Al día siguiente, la prensa publicó que los Reyes asistieron, emocionados, a ese acto, del que dijeron que fue una experiencia inolvidable y que era semejante a un verdadero terremoto. Lo asombroso fue que, con ese mismo periódico local 9, donde se hacían esas declaraciones, estaban, en la portada, fotografiados los Reyes, durante la “mascletá”, y, había, también, una foto de la Dama de Elche que anunciaba la entrega, ese día, con cada ejemplar del periódico, de una pequeña reproducción de la misma, en miniatura ( 4 x 5cm ), como, así también, de una publicación, donde se describía su valor histórico y arqueológico, aludiendo a la cultura íbera, como perteneciente al mundo religioso, de tipo mistérico, basado en los ciclos vegetativos de la naturaleza y de la renovación de la vida. Este busto de la Dama de Elche expresaría, visualmente, esa idea del regreso al reino de la luz de divinidades procedentes de la esfera sepulcral, que, previamente, habían descendido a la tierra madre, a los estadios infernales y regresaban, después, al mundo de los vivos, por medio de un proceso ascensional, de tipo vivificador. Así, este busto de la Dama de Elche sería la representación de una “Diosa brotando de la tierra”, ascendiendo de las tinieblas, para manifestarse a los humanos y presentarse ante ellos, como la Gran Diosa de Elche, presente en dicho lugar, desde la época arcaica.
En este sorprendente suceso ocurrido, en aquella primavera, en el contexto de aquel sobresalto emocional de los festejos populares, parecía como si una representación arquetípica de la Diosa, portadora de la fuerza creativa e instintiva, que, al igual que la Sophia de la Gnosis, permanecía prisionera en la materia, esperando a ser liberada, hubiera, de nuevo, surgido de las profundidades de la tierra y se hubiera realizado el prodigio de que, aquel día, su imagen arquetípica, en una forma concreta, entrara en las casas de miles de valencianos, como signo y representación simbólica de un Anthropos Femenino, de un contenido venido del inconsciente que, con un carácter emocional, instintivo y material, se elevara hacia el mundo de la luz y la conciencia, con la esperanza de ser integrado, esta vez, en el nivel individual y personal.
Un paralelo de este mismo proceso, ha sido presentado por el Dr. José Zavala 10, en su interpretación de Enrique V de W. Shakespeare, con el motivo de: La Musa de Fuego que asciende al brillante cielo de la invención, hacia la conciencia del espíritu masculino, como expresión de la necesidad de que sea integrada, también, esa parte instintiva del espíritu, del principio femenino y de Eros, que unifica, permitiendo poner en relación a los opuestos.
El Dr. Dieter Baumann, en su conferencia sobre Las Dialas, espíritus femeninos de la naturaleza 11, nos decía que parecía como si, actualmente, estuviéramos en un momento histórico en el que el principio femenino de la naturaleza quisiera volverse Ser humano, como una correspondencia al fenómeno de que Dios se volviera Hombre hace 2000 años y que la trascendente pregunta, sobre la supervivencia del mundo, estaba en relación con esta cuestión, de si se logrará realizar este proceso, de que lo Femenino Deico se vuelva humano o no.
Durante la redacción de este artículo, sucedió un acontecimiento que, dado su trasfondo arquetípico, merece ser mencionado. Es sabido que los creadores y artistas geniales, de cualquier disciplina, tienen la capacidad de ser permeables a los influjos del inconsciente y se transmite, a través de sus obras, el espíritu de su tiempo. Así, tuve conocimiento de un proyecto que había sido presentado, en 1998, por un mecenas de nuestra ciudad, consistente en la instalación en una nueva y gran avenida, de una magna obra, como muestra de liderazgo cultural, destinada a convertirse en destacado referente emblemático de la ciudad, que, del tamaño de la enigmática Esfinge, por sus grandes dimensiones, 20 m. de altura y 18 m. de base, con un peso de 50 toneladas, sería realizada en un “taller fallero”. Descansaría sobre una peana y estaría rodeada por una fuente. La obra sería del valenciano Manuel Valdés, considerado como uno de los importantes artistas contemporáneos, pintor, escultor y grabador, quien había diseñado una gran escultura, de una “Dama Íbera”, cuya singularidad es que estaba formada por 22.000 pequeñas cabezas, de 20 cm. cada una, idénticas a la gran cabeza resultante, realizadas en cerámica esmaltada, del mismo color azul que las cúpulas de las iglesias antiguas, que estarían ensambladas sobre una estructura metálica, dando reflejos de distintas tonalidades, conforme avanza el día y según la posición del sol.
Poco después de los dramáticos acontecimientos del 11 de Septiembre, Valdés había instalado, ya, una de sus emblemáticas obras, titulada “La Dama”, en el mismo corazón de Manhattan, consistente en una monumental escultura de bronce, como interpretación personal y moderna de la Dama de Elche, por la que el artista decía sentirse cautivado y que, por razones misteriosas, se veía atraído por las cabezas y rostros de mujer, que representan una imagen constante en las obras de sus últimos años.
Referente al motivo de la Virgen Negra y que Marie-Louise Von Franz señalaba como un símbolo paralelo de la Dama de Elche, dijo, en una ocasión, que la devoción popular a estas imágenes, procedentes del s. XII y que han perdurado hasta nuestros días, son una expresión de la necesidad de dar culto al lado oscuro de la Divinidad Femenina arquetípica, porque, el cristianismo veneraba en la Virgen María, sólo el lado idealizado y luminoso de esa Divinidad, despojada de su parte oscura, instintiva, emocional y corporal.
Por eso, Jung consideró que, psicológicamente, era, altamente, significativo, con respecto a nuestra época, el que la esposa celeste se haya unido con su esposo en el año 1950, manifestándose, en el dogma de la Asunción del cuerpo de María a los cielos, lo que, hasta entonces, había sido una tradición oral, desde hacía más de mil años. (El uno de Noviembre de de 1950, el Papa Pio XII, declaró infalible que la Asunción de la Santísima Virgen María era un dogma de la fe católica. Igualmente, el Concilio Vaticano Segundo enseñó en la Constitución Dogmática Gentium Lumen, que: “ la Inmaculada Virgen, preservada contra toda mancha de pecado original, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, cuando su vida terrenal terminó y fue elevada por el Señor, como Reina sobre todas las cosas” ). Para Jung, esto constituyó el acontecimiento religioso más importante, desde la Reforma y fue este hecho, por su naturaleza simbólica, comentado, con amplitud, en su libro, Respuesta a Job 12. A continuación, voy a referirme a algunos de sus pensamientos por su gran interés.
Ésta fue, para él, una de las señales de la época, que apuntaba hacia la igualdad de derechos de la mujer y, cómo esta igualdad tendía a alcanzar una fundamentación metafísica en la figura de la “Mujer Divina”, que ocupaba, por fin, su puesto junto a la Santísima Trinidad y era recibida, en la corte celestial, como reina del cielo y esposa de Cristo.
Jung decía que este dogma venía a dar expresión consoladora al deseo de esperanza, en espera de una intervención divina, surgido de la profundidad del inconsciente colectivo, al mismo tiempo, en las masas, con sus movimientos populares y, también, en las frecuentes apariciones de la Virgen.
Estas señales de nuestra época estaban, para Jung, en relación con los poderosos arquetipos que se desarrollan en el alma del individuo y de las masas, con aquellos símbolos, destinados a servir de compensación a la situación del mundo, que consideraba, verdaderamente, apocalíptica.
Para Jung, este dogma realizaba, en forma figurativa, la visión del Apocalipsis de San Juan, que hacía alusión a la boda del cordero, en referencia a la coniunctio del novio y la novia celestiales, profetizada en el Día del Juicio Final. Estas nupcias fueron representadas, en el Antiguo Testamento, por Sofía 13, una figura femenina de la “Sabiduría”, que encontramos, también, como la esposa del Cantar de los Cantares, que se hallaba al lado de Dios, antes de la Creación, y, que, en estos tres casos, decía, se preanunciaba la encarnación de Dios.
Él constató que este símbolo de la Hierogamia, de las Nupcias Sagradas, tenía lugar en el cielo, en el que no entraba “ninguna cosa impura”. Tenía lugar, más allá del asolado mundo. La luz se une con la luz. Este era el programa del Eón Cristiano, decía, que ha de realizarse, antes de que Dios pueda encarnarse en el hombre empírico, como consecuencia de la progresiva encarnación, que comenzó en Cristo.
Así, consideraba que, cuando en el pueblo existía el deseo de enaltecer a la madre de Dios, esta tendencia significaba, si llegaba a su meta, el deseo de que naciera un salvador, un pacificador, un mediator pacem faciens inter inimicos 14 . Pero, aunque, este salvador había nacido ya, desde siempre, en el pleroma, su nacimiento, en el tiempo, no puede producirse si no es percibido, conocido y declarado por el hombre. El Papa Pío XII, reconociendo esta verdad y, dice Jung, evidentemente, movido por la acción del Espíritu Santo, había proclamado, con gran asombro de los racionalistas, la trascendental declaratio solemnis del nuevo dogma de la Assuptio Mariae 15. En relación al Papa, se rumoreaba de él, en aquel tiempo, que había tenido varias visiones de la Madre de Dios, con ocasión de esta declaración.
Concluye Jung diciendo que el nuevo dogma significaba la esperanza de que se cumpla la nostalgia, que mueve lo más profundo del alma, de una paz y de un equilibrio de los contrarios, que se encuentran en una tensión peligrosa. Y, todos participamos de esa tensión, viviendo esa inquietud, de una forma individual, tanto más cuanto menos se ve la posibilidad de acabar con ella, por medios racionales 16. Este dogma, dice, lleva al nacimiento del futuro Niño Divino, el cual, conforme a la tendencia de Dios a la encarnación, elegirá al hombre empírico como lugar de su nacimiento y este acontecimiento metafísico es conocido, por la psicología del inconsciente, con el nombre de proceso de individuación. Si este proceso se hace conscientemente, el consciente tiene que enfrentarse al inconsciente y encontrar un equilibrio entre los contrarios. Los símbolos, que surgen de esta confrontación, producidos, espontáneamente, por el inconsciente, pueden ser, así, amplificados por el consciente, siendo los únicos que hacen posible la unión irracional de los contrarios.
Los símbolos centrales de este proceso describen el Sí-mismo, es decir, la totalidad del hombre, el cual se compone de lo consciente y de los contenidos del inconsciente. El Sí-mismo, el hombre pleno, cuyos símbolos son el Niño Divino, o, sus sinónimos, como filius solis et lunae, mediator, intermedius. Habet mille nomina, decían los alquimistas, queriendo indicar que, aquello de lo que brota el proceso de individuación y a lo que tiende, es algo inefable y sin nombre 17.
Jung decía que este dogma venía a dar expresión consoladora al deseo de esperanza, en espera de una intervención divina, surgido de la profundidad del inconsciente colectivo, al mismo tiempo, en las masas, con sus movimientos populares y, también, en las frecuentes apariciones de la Virgen.
Estas señales de nuestra época estaban, para Jung, en relación con los poderosos arquetipos que se desarrollan en el alma del individuo y de las masas, con aquellos símbolos, destinados a servir de compensación a la situación del mundo, que consideraba, verdaderamente, apocalíptica.
Para Jung, este dogma realizaba, en forma figurativa, la visión del Apocalipsis de San Juan, que hacía alusión a la boda del cordero, en referencia a la coniunctio del novio y la novia celestiales, profetizada en el Día del Juicio Final. Estas nupcias fueron representadas, en el Antiguo Testamento, por Sofía 13, una figura femenina de la “Sabiduría”, que encontramos, también, como la esposa del Cantar de los Cantares, que se hallaba al lado de Dios, antes de la Creación, y, que, en estos tres casos, decía, se preanunciaba la encarnación de Dios.
Él constató que este símbolo de la Hierogamia, de las Nupcias Sagradas, tenía lugar en el cielo, en el que no entraba “ninguna cosa impura”. Tenía lugar, más allá del asolado mundo. La luz se une con la luz. Este era el programa del Eón Cristiano, decía, que ha de realizarse, antes de que Dios pueda encarnarse en el hombre empírico, como consecuencia de la progresiva encarnación, que comenzó en Cristo.
Así, consideraba que, cuando en el pueblo existía el deseo de enaltecer a la madre de Dios, esta tendencia significaba, si llegaba a su meta, el deseo de que naciera un salvador, un pacificador, un mediator pacem faciens inter inimicos 14 . Pero, aunque, este salvador había nacido ya, desde siempre, en el pleroma, su nacimiento, en el tiempo, no puede producirse si no es percibido, conocido y declarado por el hombre. El Papa Pío XII, reconociendo esta verdad y, dice Jung, evidentemente, movido por la acción del Espíritu Santo, había proclamado, con gran asombro de los racionalistas, la trascendental declaratio solemnis del nuevo dogma de la Assuptio Mariae 15. En relación al Papa, se rumoreaba de él, en aquel tiempo, que había tenido varias visiones de la Madre de Dios, con ocasión de esta declaración.
Concluye Jung diciendo que el nuevo dogma significaba la esperanza de que se cumpla la nostalgia, que mueve lo más profundo del alma, de una paz y de un equilibrio de los contrarios, que se encuentran en una tensión peligrosa. Y, todos participamos de esa tensión, viviendo esa inquietud, de una forma individual, tanto más cuanto menos se ve la posibilidad de acabar con ella, por medios racionales 16. Este dogma, dice, lleva al nacimiento del futuro Niño Divino, el cual, conforme a la tendencia de Dios a la encarnación, elegirá al hombre empírico como lugar de su nacimiento y este acontecimiento metafísico es conocido, por la psicología del inconsciente, con el nombre de proceso de individuación. Si este proceso se hace conscientemente, el consciente tiene que enfrentarse al inconsciente y encontrar un equilibrio entre los contrarios. Los símbolos, que surgen de esta confrontación, producidos, espontáneamente, por el inconsciente, pueden ser, así, amplificados por el consciente, siendo los únicos que hacen posible la unión irracional de los contrarios.
Los símbolos centrales de este proceso describen el Sí-mismo, es decir, la totalidad del hombre, el cual se compone de lo consciente y de los contenidos del inconsciente. El Sí-mismo, el hombre pleno, cuyos símbolos son el Niño Divino, o, sus sinónimos, como filius solis et lunae, mediator, intermedius. Habet mille nomina, decían los alquimistas, queriendo indicar que, aquello de lo que brota el proceso de individuación y a lo que tiende, es algo inefable y sin nombre 17.
Retomando, de nuevo, el motivo de la Dama de Elche, le contaba a von Franz que se daba la significativa coincidencia de que, en aquella misma tierra de Elche, que, en el siglo pasado, vería, nuevamente, renacer a su Diosa ancestral, ha perdurado, a través de los siglos, una tradición de gran arraigo popular: la celebración de la medieval Festa, o Misterio de Elche, con motivo de la festividad de la Asunción de Maria a los Cielos. Representado, desde hace siete centurias, en la Basílica de Santa María, el Misteri es un drama lírico, de fines de la Edad Media, centrado, nada menos que, en la Assumptio Mariae. La leyenda, detrás de esos dos días de celebración, cuenta que, en el mes de Mayo de 1266, llegó, a la playa de Elche, una misteriosa arca, en la que figuraba la inscripción: “Soc per Elig” (Soy para Elche), y que contenía, en su interior, la imagen de la Virgen, además de un libro con la letra y explicación para la fiesta litúrgica, describiendo la muerte, asunción y coronación de la Virgen. De esta forma, un símbolo colectivo, que fue traído por el inconsciente, por medio de la devoción popular, haciendo suyo este misterio, ha permanecido vivo, hasta nuestros días, con esta representación popular, en que, trascendida su importancia, más allá de una tradición y festividad local, recientemente, le ha sido otorgado, por la UNESCO, el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad, así como, también, al milenario Palmeral de la misma ciudad de Elche 18.
La palmera también, ha estado, simbólicamente, relacionada, en la antigüedad, con el motivo de la Sabiduría, las diosas semíticas madres y diosas del amor, como Ishtar y Cibeles; y es uno de los atributos de la Virgen María; se cuenta de Ella, en el Corán (Sura XIX. 23) cómo dió a luz, a Su hijo, debajo de una de ellas y después sería alimentada por sus frutos.
Más allá de estos hechos, se suma, aún, el sorprendente suceso que, también, tuvo lugar, a poca distancia de Elche, en Molina de Segura, donde el significativo día del 24 de Diciembre de 1858, cayó el mayor meteorito, conocido en España, que pesó 144 Kg. Desde la antigüedad, los cuerpos celestes, o, su caída, se ha relacionado con señales y presagios que anuncian la proximidad de sucesos prodigiosos. También, estas piedras celestes han estado relacionadas con el culto a las divinidades femeninas. Es interesante resaltar, aquí, por ejemplo, la piedra negra que la tradición islámica venera en la Kaaba, un ensalzado objeto musulmán, de devoción personal no dogmática, que se encuentra en la pared oriental de la Kaaba, un pequeño lugar sagrado, dentro de la Gran Mezquita de la Mecca, Su culto data, probablemente, de la religión pre-Islámica de los árabes, cuando allí se veneraba, entre diversas divinidades, a la cuaternidad formada por Allah, una divinidad masculina y sus tres hijas, las diosas, al-Lat, al-Manat y al-Uzzá, que estaban representadas por grandes piedras, como símbolo de fertilidad 19. Después de Mahoma, la leyenda de esta piedra negra está asociada con el fomento de la fraternidad, fidelidad y paz entre las tribus.
En relación con los aspectos paganos y cristianos de la Divinidad Femenina, en Castellón, se da culto, como patrona de la ciudad, a la Virgen del Lledó, que presenta un singular sincretismo: en ella, se encuentran, unidos, en la misma imagen, tanto el aspecto ctónico y pagano, como el luminoso y cristiano, de la Divinidad Femenina. Este es de los pocos testimonios, en todo el mundo, del paso de un culto primitivo al cristiano-mariano, pues, a modo de relicario, dicha imagen de la Virgen contiene, en su interior, una hornacina, con una pequeña escultura, de piedra blanca, que representa una figura femenina y cuya datación arqueológica es imprecisa, con un supuesto origen neolítico.
Cuenta la leyenda que esta pequeña imagen, de piedra blanca, en la cual la gente vio proyectada a la Virgen María, fue hallada por un labriego, mientras araba con una yunta de bueyes, en 1366, bajo una piedra “oscura”, junto a un lledó (almez ) una variedad de árbol europeo, de hoja caduca y tamaño medio.
Simbólicamente, en esta imagen de la Virgen del Lledó se muestra una representación de este proceso de transición y unificación de los dos principios, diferenciados, de la divinidad femenina que, de esta manera, expresan el surgimiento y ascensión de aquel aspecto femenino arcaico, representado en la pequeña figura, que había sido tallada en la noche de los tiempos y, que, como, si saliera, llegado el momento, finalmente, a la luz del sol, después de haber sido albergada en la Madre Tierra, es decir, en el inconsciente, a modo de gestación, ascendiera, renovada, hacia la luz de la conciencia.
También, estatuas negras de la Diosa egipcia Isis, a la que los romanos denominaron “la de los mil nombres”, con su hijo Horus en brazos, fueron consideradas, en muchos sitios cristianos, como la Virgen María con el Niño y, quizás, este hecho, más tarde, pudiera estar en el origen de las Vírgenes Negras. Isis era, como María, comprensiva y bondadosa, capaz de efectuar curaciones milagrosas, pero, a diferencia de ella, estaba en relación con el aspecto destructor de lo Femenino Supremo 20.
Marie-Louis von Franz, en una ocasión, dijo que lo nuevo no sería opuesto al cristianismo, sino “vertical” a él 21. Como nos lo muestra el desarrollo arquetípico, ésta es la dirección del ascenso a la conciencia, de los contenidos emocionales del inconsciente, así como la dirección del eje que se establece entre la dimensión inferior y superior, al unificarse el principio femenino del Eros y el principio masculino del Logos. También Dante en La Divina Comedia, animado por Virgilio, tendría que ser capaz de pasar a través del fuego, para alcanzar a Beatriz, radiante y feliz sobre la cima del monte.
Este motivo del “eje vertical” aparece, también en la tradición, reflejado en la leyenda del origen de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, que fue el primer templo dedicado a la Virgen. Se cuenta que María, en el año 40 D.C., cuando aún vivía, se apareció, llegando, entre las nubes y sentada en “un pilar”, al apóstol Santiago, junto a la orilla del río Ebro, en la ciudad que, hoy, se conoce como Zaragoza, pidiéndole que construyera, allí, una capilla, para su culto.
Otro ejemplo de esto es visible en el monumental proyecto que se pretendió llevar a cabo tras la instauración del Dogma de la Inmaculada Concepción, por iniciativa de un canónigo de la Catedral de Valencia, y, por el que la Reina Isabel II de España, llegó a interesarse; consistía en culminar la “inacabada” torre campanario, conocida como el Miguelete, de unos 50 m, con un colosal remate de 150 m de altura, a modo de monumento a la Inmaculada Concepción, y cuyos planos permanecieron expuestos en esa Catedral, hasta el año 1936. También, al igual que la gran torre-cúpula de la Catedral de Turín, que se construyó como monumento para dar cobijo a la Sabana Santa, en Valencia serviría para ensalzar y dar a conocer al mundo el Santo Cáliz, que desde hace siglos se custodia en ese templo, como un símbolo de unión entre todos los pueblos de la tierra, y, que, como se dijera, más tarde, conocida como “La Catedral del Santo Grial”, hiciese a este, en el futuro, más célebre en la realidad, que lo fuera, antiguamente, en las leyendas 22.
De esta manera, vemos cómo la parte instintiva y femenina del espíritu quiere volverse accesible a la comprensión o asimilación consciente, para realizar una nueva visión integradora, que permita que la incorporación de este principio femenino y de la función del sentimiento, junto con el desarrollo del pensar simbólico, ayuden a encontrar, en el individuo, el sentido personal que actúe, de forma curativa y unificadora, sobre su propia violencia interna, expresada a través de todo tipo de angustias, tensiones y conflictos personales, propios de la vida cotidiana. Al mismo tiempo, en el plano colectivo, esta función de relación, al ser aplicada al campo del conocimiento, permite dotar de sentido, tanto a los sucesos de la historia, como a las manifestaciones del pensamiento humano, del arte, o de la ciencia.
Referente al motivo de la Virgen Negra de Einsiedeln, von Franz, en su artículo sobre C.G.Jung y el problema de la mujer contemporánea 23 comenta que, en su práctica terapéutica, había encontrado un número, inusualmente, elevado de sueños sobre esta imagen y que, también, aparecía, de manera significativa, en analizados protestantes.
Durante la última vez que tuve ocasión de visitar a Marie-Louise von Franz, tuve conocimiento de otro de sus sueños que, sobre este motivo, había tenido, en el pasado 24: “...C.G.Jung y ella, trabajaban, preparando los alimentos, en la cocina del monasterio del Santuario de la Madona Negra de Einsiedeln...”
Pareciera como si ellos dos, que habían entregado su vida al trabajo con el inconsciente, y nos habían legado su inmenso trabajo creativo, en el que incorporaron todo el aspecto afectivo del sentimiento, junto con todo el peso de los argumentos intelectuales, hubieran ayudado a dar, de esta manera, voz y forma a lo nuevo que intenta abrirse camino a la vida y la conciencia, pudiendo, más tarde, llegar a ser “alimento” para otros; es decir, como si esta psicología nos permitiera “integrar” los contenidos de nuestro inconsciente. Y, haciendo esto, es como si ellos prepararan los alimentos a los “peregrinos de la Madona Negra”, dejando abierta la puerta para que, con la correcta actitud religiosa (la que observa con atención y respeto las manifestaciones del inconsciente y la experiencia personal) pudiera emerger el “Dios subterráneo”, el símbolo personal, para que este contenido psíquico individual pudiera mostrarse accesible a la comprensión, a la asimilación consciente y a su realización concreta.
José Zavala me dijo, en una ocasión, que Jung y von Franz habían preguntado, siempre, a la naturaleza: “¿Qué quería?” no obligándola, en absoluto, a ser de alguna manera; así, mantuvieron viva la relación del hombre con la naturaleza y, esa relación de sentimiento con el objeto, fue lo mas valioso que nos dejaron. Nos enseñaron, así, un camino para confrontar la realidad de la psique y la realidad de la materia, con un yo consciente fuerte, no dejándose atrapar por la emoción, o, la fascinación, pero, al mismo tiempo, sin separarse de ella, siempre conscientes de la relación emocional, para realizar la objetividad de la psique y permitir la transformación de los contenidos psíquicos en símbolos, que puedan ser integrados por el consciente. Al contrario de Freud, que nos ponía en contacto con una” técnica”, Jung nos conectó con “lo desconocido” y nos estimuló a confrontarlo, no dejándonos una técnica, ni una doctrina, sino que haciéndonos preguntas: ¿cómo actúan los acontecimientos en mí?, ¿ qué efecto producen sobre mí?, ¿qué sentido tienen para mí?... nos permitieran ampliar nuestro consciente y responsabilizarnos ante él, del mismo modo que, en la leyenda del Grial, que debía de ser formulada una pregunta por Perceval, acerca del sufrimiento del Rey del Grial, para que éste pudiese sanar de su enfermedad.
Tres meses después de mi visita, sucedió el triste fallecimiento de Marie-Louise von Franz y, durante la celebración de sus funerales en Küsnacht, tuvo lugar un nuevo acontecimiento, que me pareció muy significativo. Después de la intervención de un representante de la Universidad Politécnica de Zürich, de la “Fundación para el estudio de la Sincronicidad”, tomó la palabra el Dr. Gottlieb Isler 25, quien hizo referencia, en su intervención, al mismo sueño de la Abadía de Einsiedeln, que von Franz, un tiempo atrás, me había ya contado, dando a conocer algunos aspectos y detalles desconocidos por mí.
En el verano de 1994, recibió von Franz la visita de una médium, con la intención de persuadirla de que trabajara junto con ella, porque, estaba convencida de que, ahora, el espíritu cristiano y el budista se unían en el Más Allá, para salvar al mundo. Marie-Louise von Franz no le contestó nada, queriendo, primero, ver qué soñaba y, a la noche siguiente, tuvo este sueño: “...Ella trabajaba en la lavandería del monasterio de Einsiedeln. Se dice entonces que Jung vendría, desde el cielo, a las bodas con la Virgen Negra. Marie-Louise pertenecería a los 100 elegidos que podrían participar en la boda...”. Ella dijo, entonces, que el inconsciente preparaba, realmente, una ayuda para el mundo y una unión; sin duda, no una unión “arriba, en el espíritu”, sino, una unión de lo superior y lo inferior, una unión del espíritu con la materia. María era considerada, desde épocas tempranas, como “la tierra” y la Virgen Negra sería una diosa de la naturaleza. ¡Y sin embargo, la unión tenía lugar en el marco cristiano, algo que, hasta ahora, ella nunca había podido aceptar!. Pero, el sueño la llenó de la más elevada dicha.
Fue el motivo de la rehabilitación del Eros intrahumano y la relación de sentimiento, diferenciada, con lo trascendente, el tema que desarrolló von Franz, durante la última conferencia pública que impartió, bajo el titulo de “La rehabilitación de la función del sentimiento por C.G.Jung en nuestra civilización contemporánea” 26. Desde esta perspectiva, se ha vuelto una necesidad el desarrollo y la integración de la dimensión femenina de la psique, para afrontar esta etapa histórica, de extremas polaridades y conflictos, en la que nos encontramos, con la esperanza de que puedan emerger – Deo concedente - símbolos de naturaleza unificadora, en los que la realidad de la psique y la realidad de la materia, así como, de los opuestos, en general, puedan convivir y complementarse, conduciéndonos, progresivamente, hacia una transformación psíquica, tanto individual, como colectiva.
En este sentido, en la última carta que recibí de Marie- Louise von Franz, pocos meses antes de su muerte, me mostraba su convencimiento personal de que la reconciliación entre el Cristianismo y el Islam, sería, sin duda, la tarea para el futuro y decía que, a su juicio, la Alquimia sería el medio para alcanzar esa reconciliación.
Küsnacht, 9 Juin,1997
... La réconciliation entre L´Islam et le christianisme est sur le programme dans l´avenir. L´alchimie est le moyen pour parvenir à cette réconciliation...
Ella respondía, así, a un comentario que le había hecho, sobre el Santo Cáliz de la Última Cena, que se venera en la Catedral de Valencia, como uno de los símbolos más importantes de la cultura y de la espiritualidad occidental. Esta reliquia había reaparecido en los Pirineos Aragoneses, en el tiempo en que comenzaron las leyendas, en torno al motivo del Santo Grial, que surgieron a partir del Evangelio Apócrifo de Nicodemus, donde se cuenta que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo crucificado en el mismo Cáliz de la Cena y que luego sería llevado a Occidente. Para ella estas creencias de la fantasía poética y su simbolismo, eran ilustrativas de los procesos psíquicos inconscientes, que preparaban el camino y anticipaban el problema religioso del hombre moderno
En este sentido, en la última carta que recibí de Marie- Louise von Franz, pocos meses antes de su muerte, me mostraba su convencimiento personal de que la reconciliación entre el Cristianismo y el Islam, sería, sin duda, la tarea para el futuro y decía que, a su juicio, la Alquimia sería el medio para alcanzar esa reconciliación.
Küsnacht, 9 Juin,1997
... La réconciliation entre L´Islam et le christianisme est sur le programme dans l´avenir. L´alchimie est le moyen pour parvenir à cette réconciliation...
Ella respondía, así, a un comentario que le había hecho, sobre el Santo Cáliz de la Última Cena, que se venera en la Catedral de Valencia, como uno de los símbolos más importantes de la cultura y de la espiritualidad occidental. Esta reliquia había reaparecido en los Pirineos Aragoneses, en el tiempo en que comenzaron las leyendas, en torno al motivo del Santo Grial, que surgieron a partir del Evangelio Apócrifo de Nicodemus, donde se cuenta que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo crucificado en el mismo Cáliz de la Cena y que luego sería llevado a Occidente. Para ella estas creencias de la fantasía poética y su simbolismo, eran ilustrativas de los procesos psíquicos inconscientes, que preparaban el camino y anticipaban el problema religioso del hombre moderno
Este Santo Cáliz está formado por tres partes, absolutamente, distintas entre sí y correspondientes a diferente época cada una; en su conjunto, mide 17 cm. de altura y 9,5 de diámetro; la copa superior fue labrada, originariamente, de una sola pieza de ágata cornalina oriental de color rojo, de 7 cm. de altura, mediante un esmeradísimo trabajo y se encuentra unida al vaso que forma el pie del Cáliz, por una estructura de oro, que, posteriormente, le fue añadida, formada por una columna hexagonal central, con un nudo redondo en el medio, dos platillos en los extremos y dos asas laterales, con forma serpentina, que, también, están talladas, hexagonalmente. La copa superior pretende ser el verdadero Cáliz, en el que “Jesucristo consagró la sangre, en la noche del Jueves de la Cena”. Arqueológicamente, los estudios revelan que esta pieza fue un trabajo realizado en Palestina, o, Egipto, entre el s.IV A.C. y el s.I 27.
Así, este Cáliz, presenta la peculiaridad de estar formado por dos elementos bien diferenciados, ensamblados mediante dicho ornamento de oro, finamente labrado, con motivos de orfebrería mozárabe; por un lado, la parte superior, que es un antiguo vaso griego, de forma semiesférica, y que, históricamente, no tiene nada en contra de la posibilidad de que esta copa, ella sola – sin su ornamentación – fuera usada durante la instauración de la Eucaristía y, por otro lado, la parte inferior, la enigmática base del Cáliz, que comentaremos más adelante.
La tradición relata que esta copa fue llevada a Roma por San Pedro y, en el año 258, durante la persecución a los cristianos por el Emperador romano Valeriano, para protegerla del peligro, el Papa Sixto II, poco antes de su muerte, la había entregado, junto con otras reliquias y tesoros, al diácono San Lorenzo. Éste, antes de ser martirizado, la hizo llevar a su ciudad natal de Huesca, en España, donde permaneció, hasta la invasión árabe. Desde entonces estuvo escondida en las cuevas del Monte Pano, en las que vivió el ermitaño Juan de Atares y, donde, más tarde, se fundaría el monasterio de San Juan de la Peña, que fue un foco importante de mozarabismo que se opuso a la influencia carolingia. La presencia del Santo Cáliz, en aquel lugar, se atestigua, en un documento fechado el 14 de Diciembre de 1134, siendo trasladada la reliquia a Zaragoza, en 1399, por Martín el Humano, Rey de Aragón y Valencia; posteriormente, durante el reinado de Alfonso V el Magnánimo, llegó a Valencia, donde, desde el 14 de Marzo de 1428, se custodia en la Catedral de esta ciudad, que fue construida sobre la antigua mezquita.
La parte inferior de este Cáliz, está formada por una corona de oro, rodeada de 28 perlas, dos rubíes y dos esmeraldas, que abraza, en posición invertida, a una copa cuyo borde está recubierto de una finísima lámina de oro, con forma de naveta, también, de ágata cornalina oriental, de forma ovalada y del mismo color que la superior, en la que, recientemente, se realizó el sensacional descubrimiento de una enigmática inscripción árabe cúfica 28, y que, probablemente, habría sido utilizada como incensario, en algún lugar de la España musulmana o al-Andalus (nombre que daban los árabes a la Península Ibérica), de esta manera, en el conjunto de la pieza, quedaba constituida una representación simbólica de la unión de los opuestos, en la que resultaban, sorprendentemente, entrelazados, elementos del Cristianismo y el Islam.
Con motivo del estudio arqueológico, realizado en 1959, se reconoció en la base una inscripción árabe, de 1,5 cm. Pero, sobre el origen de esta naveta y el significado de su inscripción, se han propuesto distintas hipótesis, como la de que, probablemente, fuera de fabricación cordobesa y perteneciera al ajuar de la ciudad “Al-Madina al-Zahira” (“La Ciudad Floreciente”), que mandó edificar Almanzor en Córdoba, en el año 978; esta hipótesis se basaría en la trascripción de la inscripción como “Lilzahira”, que podría traducirse como “para la que brilla”, “para la más floreciente”, “el que reluce”. Según otra de las interpretaciones realizadas, podría ser “Almagd limariam”, cuya traducción sería “Gloria a María”, y cuyo autor podría ser un mozárabe. También, se argumenta si esta copa hubiera sido entregada por el Sultán de Egipto, Abulfat Mahomet, al rey Alfonso II, en 1322, quien se la pidiera, mediante la misión de una embajada, al conocer la existencia de una copa a la que tenían como el Cáliz de la Última Cena. Por último, también, hay que mencionar a un investigador alemán 29, que aportó un descubrimiento, de enorme interés, al leerla como “Al-Labsit”, “As-Silis” y, comparando estas palabras con el misterioso nombre del Grial, que aparece en el Parzival de W. von Eschenbach, concluía que en la Edad Media existía en España un Cáliz, al cual llamaban, en árabe, con el mismo nombre que Eschenbach daba al Santo Grial: Lapis exillis y que además, contenía una misteriosa inscripción en la base del objeto sagrado: “..Oid como se sabe quiénes son llamados al Grial. En el borde de la piedra, una inscripción en letras celestiales indica el nombre y el origen, sea muchacha o muchacho, del que está destinado a hacer este viaje de salvación. No hace falta quitar la inscripción, pues, tan pronto como se ha leído, desaparece por si misma de la vista…”.30
Desde un punto de vista psicológico estas interpretaciones que se han dado sobre la inscripción, confirman también el aspecto de la copa como símbolo femenino, pues aluden a este, tanto la Lapis exillis, como la Gloria a Maria, la floreciente, o la alusión a la que brilla o reluce que en la Cabala fueron atributos de la Shehkinah, que era la contraparte femenina de Dios, a la que se consideraba el esplendor, el gran resplandor, y la luz original de la gloria divina de la sabiduría, y aparecía no solo, como la “Reina” celestial e “hija”, sino, también como la verdadera “novia de Dios” 31.
Esta joya, por sus peculiares características, podríamos decir que está relacionada con la cultura Mozárabe 32, que se había desarrollado en al-Andalus, gracias a los pactos de convivencia, entre hispano-cristianos e hispano-musulmanes, que alcanzó su esplendor en el s. XI, pero, aunque, tristemente, no se pudo perpetuar en el tiempo, representó un eslabón de unión, entre el Cristianismo y el Islam. Fue, con la contribución de estos cristianos-islamizados, llamados mozárabes, que, viviendo entre musulmanes, siguieron practicando su religión cristiana, que la sociedad de al-Andalus, la del célebre mestizaje entre las tres culturas, alcanzó un esplendor cultural sin precedentes, ya que, cuando los musulmanes entraron por el sur de al-Andalus, los bárbaros del norte habían invadido Europa y la civilización clásica de Grecia y Roma se había eclipsado. Después, la España islámica se convertiría en un puente, por el cual el legado científico, tecnológico y filosófico, así como las teologías judeo-cristianas e islámicas, fueron preservados para ser reintegrados a Europa en la época del Renacimiento. Al-Andalus fue, de hecho, un cruce de culturas durante la Edad Media, a lo largo de casi ocho siglos, donde cohabitaron el Cristianismo, Islam, y Judaísmo, creando una de las más espléndidas civilizaciones de la historia, que produjo, un lenguaje musical, poético y místico de increíble refinamiento, y donde floreció la más alta concepción del hombre y su finalidad última 33
Allí, entre ellos, en esa larga convivencia de siglos, vivió constelizado el espíritu de Eros, que se expresó entre los poetas mozárabes, en sus canciones, puestas en boca de doncellas enamoradas 34; y, entre los musulmanes, en escritos como El collar de la paloma, el célebre libro sobre el amor y los amantes, de Ibn Hazm de Córdoba (994-1063), que fue un destacado científico, jurista y filosofo; o también, entre los incontables poetas de aquella sociedad que permaneciendo autónoma e independiente de la autoridad de Bagdad, hizo que su poesía arábigoandaluza fuese considerada la precursora del mundo de los trovadores y del amor cortés del cual Marie-Louise von Franz dijo que daría reconocimiento al anima del hombre y a la individualidad de la mujer, pero que, pronto, la Iglesia reemplazaría por un símbolo colectivo como fue el culto a la Virgen María.
Desde Al-Andalus, se transmitió a Europa la corriente espiritual de la Alquimia, que fue un intento de penetrar, con la ayuda del Eros, en los misterios de la naturaleza. Asimismo, la Cábala alcanzó su cima con Moshe de León (1240-1305) y su libro, el Zohar (que, durante siglos, permanecería, al mismo nivel que la Biblia y el Talmud) en el que se situaba la rehabilitación de la Shekhinah 35, la personificación femenina de la sabiduría divina y su unión con Dios, en el centro de su sistema ético y teosófico, para que el mundo alcanzase la armonía. También, allí, el místico sufí Ibn Arabi (1165-1241), nacido en Murcia, en el sudeste de España, que basó su gran doctrina del amor, en una visión inicial, que tuvo cuando era estudiante, en la cual se encontró y recibió instrucciones de Moisés, Jesús y Mahoma, pudo escribir en su obra: El intérprete de los deseos ardientes, esplendorosos versos como éstos: “... ¡ Oh maravilla ! ¡ Un jardín entre llamas ! Mi corazón se ha hecho capaz de aceptar todo: pasto para gacelas, convento para los monjes, templo para los ídolos y Kaaba para los peregrinos, las Tablas de la Torah y el Libro del Corán. Yo profeso la religión del Amor, y en cualquier lengua... el Amor es mi religión y mi fe...” 36.
Viendo como se expresó el espíritu de Eros en aquella sociedad, resulta, altamente, significativo que, tras el hallazgo del busto de la Dama de Elche, fuera ésta conocida, popularmente, bajo la denominación de “Reina Mora”, lo que, desde el punto de vista psicológico, representaría una manifestación de aquel Eros Islámico, que habría permanecido viviente, durante siglos, en el inconsciente colectivo español.
Fue, también, en esa España de las tres culturas, donde el médico y sabio Ibn Tufayl (1100-1185) de Córdoba, quien recibió la herencia de Avempace (filósofo Hispano-árabe, médico, astrónomo, matemático y poeta) y, que, a su vez, la transmitió a Averroes (filósofo Hispano-árabe, astrónomo y escritor de obras jurídicas, que aportaría una concepción no dogmática, sino crítica, del pensamiento islámico), el que dio testimonio, en previsión de la decadencia que se iniciaba, por aquel entonces, en su obra: El Filósofo Autodidacto 37, de la altura ética alcanzada por algunos, en aquella sociedad, trascendiendo a las religiones colectivas en favor del valor del individuo, para abrirse a la experiencia directa e individual del inconsciente, como una religión interior, anticipándose en nueve siglos al trabajo que propone la psicología de nuestro tiempo, esto es, la búsqueda del símbolo personal.
Desgraciadamente, el espíritu Cristiano de “la cruzada” se impuso en la reconquista de al-Andalus y, en nuestra historia legendaria, con el grito de ¡Santiago y cierra España! se invocaría al apóstol, patrón de la Nación, como a un Dios de la Guerra 38, que fue conocido como Santiago “Matamoros”, y cuyo espíritu, también, acompañó, más tarde, a los españoles en la conquista de las Américas. Su leyenda cuenta que Carlomagno descubrió su sepulcro y destruyó a los musulmanes, para abrir el Camino de Santiago de Francia a Compostela, y, más tarde, en el año 844, Santiago se aparecería, en sueños, al Rey Ramiro I de Asturias, animándole a seguir en la lucha, tras una derrota que había tenido y sería el mismo Santiago, vestido de blanco, matando moros, con su espada, sobre un caballo blanco, quien le traería la victoria, en la batalla de Clavijo.
De esta manera, con la reconquista, y el integrismo de ambos lados, la multifacética cultura Mozárabe se extinguiría, pero, más tarde, la Inquisición, la quema de millares de manuscritos árabes, la expulsión primero de los Judíos y más tarde de los Moriscos, culminarían los terribles sufrimientos originados en la escisión del alma colectiva de la España de las tres culturas, dando origen a un aspecto de la configuración del problema de la sombra colectiva, que, también, se extendió, por todo el Occidente cristiano, hasta nuestros días, en la esperanza, aún, de ser confrontada e integrada en nuestro consciente. Porque, desde el punto de vista psicológico, la supresión o la represión de la sombra, es decir, de todo lo que no se ha vivido y las partes inferiores que han sido reprimidas y cuya influencia puede ser tanto positiva como negativa, conducen a desdoblamientos peligrosos. Por eso, es, altamente, significativo, que, en numerosas ciudades, la mayoría de ellas, en nuestra región Valenciana, se celebren, anualmente, las fiestas de “Moros y Cristianos”, en los que se rememoran, todavía, hoy, de forma popular, aquellos enfrentamientos, y en los que se permite, de esta manera, que permanezca viva la relación con este aspecto de nuestra sombra.
Cuenta Jung en sus memorias 39 que, después de visitar a Mountain Lake, el jefe de los indios Pueblos, en Taos, Nuevo México, quien le hizo un retrato del auténtico hombre blanco, cuya descripción habría acertado nuestro punto vulnerable y señalado algo para lo que somos ciegos, se sumió en grandes reflexiones y acudieron a él numerosas imágenes de la Historia de la Humanidad, entre las cuales, vio las bandas criminales y devastadoras del ejército de los cruzados. A través de esas imágenes, descubrió que, desvanecida la visión romántica, lo que describimos como colonización, misiones, difusión de la civilización, etc. presentaba, también, otro rostro, un rostro de ave de rapiña que acechaba, con cruel avidez, el lejano botín, un rostro digno de una ralea de piratas y salteadores.
Hoy, no nos es ajeno ese mismo rostro y esa misma actitud, cuando observamos, temerosos, el desenlace de los últimos acontecimientos internacionales, en torno a una posible guerra en Irak, que, con la excusa de la lucha contra el terrorismo internacional y contra el llamado “eje del mal”, auspiciado por George Bush, se disfrazan los oscuros intereses sobre las reservas petrolíferas y la supremacía geo-estratégica en el Oriente Medio.
Restituir un nuevo eslabón de unión entre las culturas, requiere restablecer el sentido psicológico de ese gran drama histórico, que desencadenó el espíritu de la cruzada Cristiana contra el Islam, que se inició, en aquel tiempo y detuvo, en algunos aspectos, en la Edad Media, el desarrollo psíquico colectivo de la Humanidad. Después de los últimos acontecimientos mundiales, que han conmocionado nuestras vidas y que amenazan con poner, de nuevo, frente a frente al Occidente Cristiano y al Islam, en lo que se ha llamado “un choque de civilizaciones”, parecieran premonitorias las palabras de Marie-Louise von Franz con respecto a la tarea para el futuro, que sería, sin duda, la reconciliación entre el Cristianismo y el Islam; por ello, se vuelve necesario, para nosotros, emprender, sin demora, este trabajo de integración.
Han sido de destacar, en el pasado, algunos intentos de restablecer esa unión y avanzar en esa dirección, como, por ejemplo, el escrito de Lessing, en el s. XVIII, Natán el sabio 40, cuya escena clave es cuando Natán es forzado por Saladino, a declarar quiénes, entre Judíos, Musulmanes o Cristianos, representarían la verdadera fe: él respondió, con el enigma de la parábola del anillo, un alegato de la humildad, ante el amor de Dios, en la que se cuenta la historia de un hombre que poseía un anillo, de incalculable valor, que tenía la fuerza secreta de hacer agradable, a los ojos de Dios y de los hombres, a quien lo llevara, con esa confianza; pero, amando, por igual, a sus tres hijos, mandó hacer dos como el suyo, entregándoselos, en secreto, antes de morir. Más tarde, los tres hermanos discutieron por saber quién tendría el verdadero. Esta alegoría, surgida, posiblemente, en la Castilla del s.XI, anhelaba que el espíritu fraternal de las tres religiones del Libro, que tenían en Abraham un padre común, habrían de unirse, en el futuro, en un Ser Humano tolerante, capaz de un amor incondicional y sin prejuicios. Pero, para ello, psicológicamente visto, es imprescindible que, primeramente, en el nivel individual, desde un punto de vista introvertido, subjetivo e individual, sea posible la reconciliación entre lo que representan el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam en cada uno de nosotros. Jung, en una ocasión, dijo que cuantos más individuos hubieran capaces de aguantar los opuestos, en ellos mismos, menos posibilidades habrían de que aconteciera una tercera guerra mundial.
Cuenta, en sus memorias, Jung 41 que él experimentó este choque con la sombra individual (los aspectos ocultos o inconscientes de uno mismo, tanto positivos como negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido), en un sueño que tuvo, cuando viajó al norte de África en 1920, donde había tenido la impresión de que el tiempo se había detenido en la Edad Media. Él no tuvo ocasión de hablar con nadie que fuera capaz de definir su cultura árabe, pero, le impresionó la esencia emocional y vital de aquella cultura, que vivía de afectos, sin reflexión, contrastando con el modo de ser europeo, con su sentimiento de superioridad y su racionalidad, que nos alejaban de la intensidad de la vida, condenando la parte primitiva de nuestra personalidad a una existencia parcial subterránea. En su sueño, primeramente, se vio amenazado por un inesperado y fuerte ataque, por parte de la psique inconsciente, personificada en “un bello príncipe Árabe”, con el que tuvo que luchar y, después, el príncipe, vencido, tenía que leer, junto a él, un misterioso libro de pergamino, que Jung tenía la sensación de haber escrito él mismo.
En el texto alquímico árabe de Ostanes 42, se relaciona a la Lapis (la piedra filosofal, metáfora de la imagen arquetípica de la totalidad, que, psicológicamente, expresaría una vivencia psíquica sumamente numinosa), con un joven egipcio y con un príncipe andaluz, que, inicialmente, se mostrarían como enemigos. Jung veía en ello el tema arquetípico que aparece en la epopeya de Gilgamesh, en la que Enkidu, el hombre ctónico y sombra de Gilgamesh, que había sido creado por los dioses, por incitación de la ofendida Ishtar, para destruir al héroe, después de luchar contra él, terminaría volviéndose su amigo y compañero, lo que, psicológicamente visto, decía que representaba la dificultad, verdaderamente, importante, de la unión con la sombra, pues, de ese contenido autónomo, salía la fuerza determinante del destino, que empujaba hacia la individuación 43.
Dos meses después de enviarme su carta, Marie-Louise von Franz soñó que: “... ella había escrito una obra de ocho volúmenes sobre la Alquimia Árabe.Tenía los ocho tomos ante sí y estaba muy contenta por ello...”. Cuenta Barbara Davies 44 que Marie-Louise von Franz entendió este sueño en el sentido de que, ahora, el trabajo de su vida había concluido.
Durante los últimos diez años de su vida, había dedicado, gran parte de su tiempo, a los escritos de Muhammad ibn Umail, un místico y alquimista chiita del s. X, conocido, también, bajo el nombre de Senior el Andalusí y del que, ella, realizó un gran trabajo, sobre el espíritu de Eros, tal como lo había vivido este alquimista. Al poco tiempo de su muerte, su obra: Muhammad ibn Umail´s HALL AR-RUMUZ (“Clearig of Enigmas”): Historical Introduction and Psychological Comment, tuvimos la gran dicha de verla publicada 45. Contiene un brillante estudio histórico de la alquimia desde la época egipcia, pero, por encima de todo, es un profundo comentario de una reciente traducción de un texto de alquimia árabe del s. X. Esta obra alquímica de Ibn Umail es una representación simbólica de su propia experiencia, del proceso psíquico interno de transformación, que él consideraba el mayor objetivo de la vida. Debido a su extremado estilo de vida, introvertido y su leal enfoque hacia el mundo interior, Ibn Umail fue capaz de observar y describir este misterioso proceso, con “símbolos sustanciales” que emergían de las profundidades de su psique.
También, Jung consideró de la máxima importancia para el conocimiento de la psique humana, sus investigaciones sobre el simbolismo psicológico del proceso alquímico, al que consideró un paralelo del proceso de individuación. En sus memorias, refiriéndose a su magna obra, Mysterium Coniunctionis, dice que, con ella, su tarea estaba terminada, su obra hecha y cumplida 46.
La alquimia, como filosofía medieval, debía ser entendida, para Jung, desde el punto de vista de la historia del espíritu, como un movimiento compensatorio del cristianismo, a partir del inconsciente, pues, el reino de la naturaleza y de la materia no tenían lugar adecuado en el cristianismo, sino que se consideraban como aquello que debía ser superado. Mientras que, el alquimista, por el contrario, se esforzaba por redimir el espíritu que estaba contenido en la materia.
Jung, en el año 1938, estando ocupado con sus estudios sobre la alquimia, visitó la India. Allí, tuvo un sueño: “... se encontraba con un grupo de amigos, en una pequeña isla del sur de Inglaterra, donde había un castillo, en el que, durante la noche, se festejaría al Grial, pero, antes tendría que ser rescatado por ellos...”. Él cuenta que fue cómo si el sueño le preguntara: “¿ Qué haces tú aquí, en India?, es mejor que busques, para tus semejantes, la copa sagrada, el Salvator Mundi, del que están necesitados, urgentemente. Estáis a punto de arruinar todo cuanto ha sido construido a través de los siglos” 47.
Así, dice, se sintió arrancado del mundo de la India, recordándole este sueño que no era su misión este país, sino sólo un trecho de su camino. Pero, allí, pudo contemplar, maravillado, con ilimitada, admiración, lo que definió como el secreto del Islam, la flor suprema y la joya inestimable del Eros Islámico: el Taj Mahal, la sublime expresión del amor humano por otro ser humano, Eros en su forma más pura; él decía, que, como una planta, no podía haber crecido y florecido en ninguna tierra mejor que allí 48. Este mausoleo está rodeado de una romántica leyenda, en la cual se dice que el emperador Shah Jehan lo mandó construir para su esposa Mumtâz Mahal (“El tesoro del palacio”). Realizaron un verdadero matrimonio por amor, y Mumtâz fue su inseparable compañera, yendo con él a todos sus viajes y expediciones militares. Fue su camarada y consejera, inspirándole actos de caridad y benevolencia por los débiles y necesitados. Ella le dio catorce hijos, y murió al dar a luz, en 1630 (sólo tres años después de su ascensión al trono). Embargado de dolor, Shah Jehan determinó conmemorar su recuerdo por toda la eternidad y decidió construir la tumba más hermosa del mundo, como un monumento al amor eterno. Así, tras un periodo de 22 años, este espléndido mausoleo, de mármol blanco, fue construido en las márgenes del río Yumuna, en la capital. Después, planeó tender un puente de plata y, en el otro lado, levantar un mausoleo de mármol negro para él, pero, no pudo concluir su proyecto, porque su propio hijo alzó una rebelión contra él, siendo encarcelado, durante siete años, en una mezquita subterránea del palacio de Agra. Sintiendo próxima su muerte, pidió que le condujeran a la torre. Allí, murió, viendo, a lo lejos, el Taj Mahal. Desde entonces, en la misma cripta de este inigualable mausoleo, a modo de recipiente, sus almas se unirían por toda la eternidad.
El motivo del receptáculo, del vaso sagrado, o del Grial, que fue, profundamente, interpretado por Emma Jung y Marie-Louise von Franz 49, representaría, psicológicamente visto, el recipiente de la totalidad, el contenedor y portador de la esencia femenina integradora unificadora y curativa, buscado por generaciones de caballeros europeos, que lo habrían considerado la meta de sus más altos ideales. Y, para ella, quizá, Jung pasará a la historia como aquel buscado caballero que recuperó para la sociedad el desaparecido Grial, y con él, el principio femenino del Eros. El libro de Wolfran von Eschenbach, Parzival, escrito en el s.XII, fue el primer libro completo de caballería, en prosa, de Europa, sobre el Grial y está considerado como una de las grandes obras de la literatura Occidental; y en él, sorprendentemente se cuenta, que el texto originario de esta historia había sido encontrado, escrito en árabe, en Toledo, entre unos manuscritos abandonados 50, también Cervantes consideraría en su novela, a Cide Hamete Benengeli, un historiador arábigo, el verdadero autor del Quijote, y que él lo haría traducir del árabe al castellano por un morisco.
Este motivo del Grial coincidía, para Jung 51, con las expresiones de la alquimia sobre el Unun Vas, la Una Medicina y el Unus Lapis, con la que los alquimistas buscaban realizar la unión total de los opuestos, considerándolo imprescindible para la consecución de la meta y curación de todo mal. Esta unión se hacía posible, a partir de los distintos trabajos con la prima materia y la, imprescindible, participación del espíritu de Eros, que debía estar contenido, de modo hermético, en el vas alchemico. Pero, esta tarea de reconciliación de opuestos, aparentemente incompatibles, no se daba de forma natural, sino que - Deo concedente - tendría que ser fruto del esfuerzo humano.
Viendo como se expresó el espíritu de Eros en aquella sociedad, resulta, altamente, significativo que, tras el hallazgo del busto de la Dama de Elche, fuera ésta conocida, popularmente, bajo la denominación de “Reina Mora”, lo que, desde el punto de vista psicológico, representaría una manifestación de aquel Eros Islámico, que habría permanecido viviente, durante siglos, en el inconsciente colectivo español.
Fue, también, en esa España de las tres culturas, donde el médico y sabio Ibn Tufayl (1100-1185) de Córdoba, quien recibió la herencia de Avempace (filósofo Hispano-árabe, médico, astrónomo, matemático y poeta) y, que, a su vez, la transmitió a Averroes (filósofo Hispano-árabe, astrónomo y escritor de obras jurídicas, que aportaría una concepción no dogmática, sino crítica, del pensamiento islámico), el que dio testimonio, en previsión de la decadencia que se iniciaba, por aquel entonces, en su obra: El Filósofo Autodidacto 37, de la altura ética alcanzada por algunos, en aquella sociedad, trascendiendo a las religiones colectivas en favor del valor del individuo, para abrirse a la experiencia directa e individual del inconsciente, como una religión interior, anticipándose en nueve siglos al trabajo que propone la psicología de nuestro tiempo, esto es, la búsqueda del símbolo personal.
Desgraciadamente, el espíritu Cristiano de “la cruzada” se impuso en la reconquista de al-Andalus y, en nuestra historia legendaria, con el grito de ¡Santiago y cierra España! se invocaría al apóstol, patrón de la Nación, como a un Dios de la Guerra 38, que fue conocido como Santiago “Matamoros”, y cuyo espíritu, también, acompañó, más tarde, a los españoles en la conquista de las Américas. Su leyenda cuenta que Carlomagno descubrió su sepulcro y destruyó a los musulmanes, para abrir el Camino de Santiago de Francia a Compostela, y, más tarde, en el año 844, Santiago se aparecería, en sueños, al Rey Ramiro I de Asturias, animándole a seguir en la lucha, tras una derrota que había tenido y sería el mismo Santiago, vestido de blanco, matando moros, con su espada, sobre un caballo blanco, quien le traería la victoria, en la batalla de Clavijo.
De esta manera, con la reconquista, y el integrismo de ambos lados, la multifacética cultura Mozárabe se extinguiría, pero, más tarde, la Inquisición, la quema de millares de manuscritos árabes, la expulsión primero de los Judíos y más tarde de los Moriscos, culminarían los terribles sufrimientos originados en la escisión del alma colectiva de la España de las tres culturas, dando origen a un aspecto de la configuración del problema de la sombra colectiva, que, también, se extendió, por todo el Occidente cristiano, hasta nuestros días, en la esperanza, aún, de ser confrontada e integrada en nuestro consciente. Porque, desde el punto de vista psicológico, la supresión o la represión de la sombra, es decir, de todo lo que no se ha vivido y las partes inferiores que han sido reprimidas y cuya influencia puede ser tanto positiva como negativa, conducen a desdoblamientos peligrosos. Por eso, es, altamente, significativo, que, en numerosas ciudades, la mayoría de ellas, en nuestra región Valenciana, se celebren, anualmente, las fiestas de “Moros y Cristianos”, en los que se rememoran, todavía, hoy, de forma popular, aquellos enfrentamientos, y en los que se permite, de esta manera, que permanezca viva la relación con este aspecto de nuestra sombra.
Cuenta Jung en sus memorias 39 que, después de visitar a Mountain Lake, el jefe de los indios Pueblos, en Taos, Nuevo México, quien le hizo un retrato del auténtico hombre blanco, cuya descripción habría acertado nuestro punto vulnerable y señalado algo para lo que somos ciegos, se sumió en grandes reflexiones y acudieron a él numerosas imágenes de la Historia de la Humanidad, entre las cuales, vio las bandas criminales y devastadoras del ejército de los cruzados. A través de esas imágenes, descubrió que, desvanecida la visión romántica, lo que describimos como colonización, misiones, difusión de la civilización, etc. presentaba, también, otro rostro, un rostro de ave de rapiña que acechaba, con cruel avidez, el lejano botín, un rostro digno de una ralea de piratas y salteadores.
Hoy, no nos es ajeno ese mismo rostro y esa misma actitud, cuando observamos, temerosos, el desenlace de los últimos acontecimientos internacionales, en torno a una posible guerra en Irak, que, con la excusa de la lucha contra el terrorismo internacional y contra el llamado “eje del mal”, auspiciado por George Bush, se disfrazan los oscuros intereses sobre las reservas petrolíferas y la supremacía geo-estratégica en el Oriente Medio.
Restituir un nuevo eslabón de unión entre las culturas, requiere restablecer el sentido psicológico de ese gran drama histórico, que desencadenó el espíritu de la cruzada Cristiana contra el Islam, que se inició, en aquel tiempo y detuvo, en algunos aspectos, en la Edad Media, el desarrollo psíquico colectivo de la Humanidad. Después de los últimos acontecimientos mundiales, que han conmocionado nuestras vidas y que amenazan con poner, de nuevo, frente a frente al Occidente Cristiano y al Islam, en lo que se ha llamado “un choque de civilizaciones”, parecieran premonitorias las palabras de Marie-Louise von Franz con respecto a la tarea para el futuro, que sería, sin duda, la reconciliación entre el Cristianismo y el Islam; por ello, se vuelve necesario, para nosotros, emprender, sin demora, este trabajo de integración.
Han sido de destacar, en el pasado, algunos intentos de restablecer esa unión y avanzar en esa dirección, como, por ejemplo, el escrito de Lessing, en el s. XVIII, Natán el sabio 40, cuya escena clave es cuando Natán es forzado por Saladino, a declarar quiénes, entre Judíos, Musulmanes o Cristianos, representarían la verdadera fe: él respondió, con el enigma de la parábola del anillo, un alegato de la humildad, ante el amor de Dios, en la que se cuenta la historia de un hombre que poseía un anillo, de incalculable valor, que tenía la fuerza secreta de hacer agradable, a los ojos de Dios y de los hombres, a quien lo llevara, con esa confianza; pero, amando, por igual, a sus tres hijos, mandó hacer dos como el suyo, entregándoselos, en secreto, antes de morir. Más tarde, los tres hermanos discutieron por saber quién tendría el verdadero. Esta alegoría, surgida, posiblemente, en la Castilla del s.XI, anhelaba que el espíritu fraternal de las tres religiones del Libro, que tenían en Abraham un padre común, habrían de unirse, en el futuro, en un Ser Humano tolerante, capaz de un amor incondicional y sin prejuicios. Pero, para ello, psicológicamente visto, es imprescindible que, primeramente, en el nivel individual, desde un punto de vista introvertido, subjetivo e individual, sea posible la reconciliación entre lo que representan el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam en cada uno de nosotros. Jung, en una ocasión, dijo que cuantos más individuos hubieran capaces de aguantar los opuestos, en ellos mismos, menos posibilidades habrían de que aconteciera una tercera guerra mundial.
Cuenta, en sus memorias, Jung 41 que él experimentó este choque con la sombra individual (los aspectos ocultos o inconscientes de uno mismo, tanto positivos como negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido), en un sueño que tuvo, cuando viajó al norte de África en 1920, donde había tenido la impresión de que el tiempo se había detenido en la Edad Media. Él no tuvo ocasión de hablar con nadie que fuera capaz de definir su cultura árabe, pero, le impresionó la esencia emocional y vital de aquella cultura, que vivía de afectos, sin reflexión, contrastando con el modo de ser europeo, con su sentimiento de superioridad y su racionalidad, que nos alejaban de la intensidad de la vida, condenando la parte primitiva de nuestra personalidad a una existencia parcial subterránea. En su sueño, primeramente, se vio amenazado por un inesperado y fuerte ataque, por parte de la psique inconsciente, personificada en “un bello príncipe Árabe”, con el que tuvo que luchar y, después, el príncipe, vencido, tenía que leer, junto a él, un misterioso libro de pergamino, que Jung tenía la sensación de haber escrito él mismo.
En el texto alquímico árabe de Ostanes 42, se relaciona a la Lapis (la piedra filosofal, metáfora de la imagen arquetípica de la totalidad, que, psicológicamente, expresaría una vivencia psíquica sumamente numinosa), con un joven egipcio y con un príncipe andaluz, que, inicialmente, se mostrarían como enemigos. Jung veía en ello el tema arquetípico que aparece en la epopeya de Gilgamesh, en la que Enkidu, el hombre ctónico y sombra de Gilgamesh, que había sido creado por los dioses, por incitación de la ofendida Ishtar, para destruir al héroe, después de luchar contra él, terminaría volviéndose su amigo y compañero, lo que, psicológicamente visto, decía que representaba la dificultad, verdaderamente, importante, de la unión con la sombra, pues, de ese contenido autónomo, salía la fuerza determinante del destino, que empujaba hacia la individuación 43.
Dos meses después de enviarme su carta, Marie-Louise von Franz soñó que: “... ella había escrito una obra de ocho volúmenes sobre la Alquimia Árabe.Tenía los ocho tomos ante sí y estaba muy contenta por ello...”. Cuenta Barbara Davies 44 que Marie-Louise von Franz entendió este sueño en el sentido de que, ahora, el trabajo de su vida había concluido.
Durante los últimos diez años de su vida, había dedicado, gran parte de su tiempo, a los escritos de Muhammad ibn Umail, un místico y alquimista chiita del s. X, conocido, también, bajo el nombre de Senior el Andalusí y del que, ella, realizó un gran trabajo, sobre el espíritu de Eros, tal como lo había vivido este alquimista. Al poco tiempo de su muerte, su obra: Muhammad ibn Umail´s HALL AR-RUMUZ (“Clearig of Enigmas”): Historical Introduction and Psychological Comment, tuvimos la gran dicha de verla publicada 45. Contiene un brillante estudio histórico de la alquimia desde la época egipcia, pero, por encima de todo, es un profundo comentario de una reciente traducción de un texto de alquimia árabe del s. X. Esta obra alquímica de Ibn Umail es una representación simbólica de su propia experiencia, del proceso psíquico interno de transformación, que él consideraba el mayor objetivo de la vida. Debido a su extremado estilo de vida, introvertido y su leal enfoque hacia el mundo interior, Ibn Umail fue capaz de observar y describir este misterioso proceso, con “símbolos sustanciales” que emergían de las profundidades de su psique.
También, Jung consideró de la máxima importancia para el conocimiento de la psique humana, sus investigaciones sobre el simbolismo psicológico del proceso alquímico, al que consideró un paralelo del proceso de individuación. En sus memorias, refiriéndose a su magna obra, Mysterium Coniunctionis, dice que, con ella, su tarea estaba terminada, su obra hecha y cumplida 46.
La alquimia, como filosofía medieval, debía ser entendida, para Jung, desde el punto de vista de la historia del espíritu, como un movimiento compensatorio del cristianismo, a partir del inconsciente, pues, el reino de la naturaleza y de la materia no tenían lugar adecuado en el cristianismo, sino que se consideraban como aquello que debía ser superado. Mientras que, el alquimista, por el contrario, se esforzaba por redimir el espíritu que estaba contenido en la materia.
Jung, en el año 1938, estando ocupado con sus estudios sobre la alquimia, visitó la India. Allí, tuvo un sueño: “... se encontraba con un grupo de amigos, en una pequeña isla del sur de Inglaterra, donde había un castillo, en el que, durante la noche, se festejaría al Grial, pero, antes tendría que ser rescatado por ellos...”. Él cuenta que fue cómo si el sueño le preguntara: “¿ Qué haces tú aquí, en India?, es mejor que busques, para tus semejantes, la copa sagrada, el Salvator Mundi, del que están necesitados, urgentemente. Estáis a punto de arruinar todo cuanto ha sido construido a través de los siglos” 47.
Así, dice, se sintió arrancado del mundo de la India, recordándole este sueño que no era su misión este país, sino sólo un trecho de su camino. Pero, allí, pudo contemplar, maravillado, con ilimitada, admiración, lo que definió como el secreto del Islam, la flor suprema y la joya inestimable del Eros Islámico: el Taj Mahal, la sublime expresión del amor humano por otro ser humano, Eros en su forma más pura; él decía, que, como una planta, no podía haber crecido y florecido en ninguna tierra mejor que allí 48. Este mausoleo está rodeado de una romántica leyenda, en la cual se dice que el emperador Shah Jehan lo mandó construir para su esposa Mumtâz Mahal (“El tesoro del palacio”). Realizaron un verdadero matrimonio por amor, y Mumtâz fue su inseparable compañera, yendo con él a todos sus viajes y expediciones militares. Fue su camarada y consejera, inspirándole actos de caridad y benevolencia por los débiles y necesitados. Ella le dio catorce hijos, y murió al dar a luz, en 1630 (sólo tres años después de su ascensión al trono). Embargado de dolor, Shah Jehan determinó conmemorar su recuerdo por toda la eternidad y decidió construir la tumba más hermosa del mundo, como un monumento al amor eterno. Así, tras un periodo de 22 años, este espléndido mausoleo, de mármol blanco, fue construido en las márgenes del río Yumuna, en la capital. Después, planeó tender un puente de plata y, en el otro lado, levantar un mausoleo de mármol negro para él, pero, no pudo concluir su proyecto, porque su propio hijo alzó una rebelión contra él, siendo encarcelado, durante siete años, en una mezquita subterránea del palacio de Agra. Sintiendo próxima su muerte, pidió que le condujeran a la torre. Allí, murió, viendo, a lo lejos, el Taj Mahal. Desde entonces, en la misma cripta de este inigualable mausoleo, a modo de recipiente, sus almas se unirían por toda la eternidad.
El motivo del receptáculo, del vaso sagrado, o del Grial, que fue, profundamente, interpretado por Emma Jung y Marie-Louise von Franz 49, representaría, psicológicamente visto, el recipiente de la totalidad, el contenedor y portador de la esencia femenina integradora unificadora y curativa, buscado por generaciones de caballeros europeos, que lo habrían considerado la meta de sus más altos ideales. Y, para ella, quizá, Jung pasará a la historia como aquel buscado caballero que recuperó para la sociedad el desaparecido Grial, y con él, el principio femenino del Eros. El libro de Wolfran von Eschenbach, Parzival, escrito en el s.XII, fue el primer libro completo de caballería, en prosa, de Europa, sobre el Grial y está considerado como una de las grandes obras de la literatura Occidental; y en él, sorprendentemente se cuenta, que el texto originario de esta historia había sido encontrado, escrito en árabe, en Toledo, entre unos manuscritos abandonados 50, también Cervantes consideraría en su novela, a Cide Hamete Benengeli, un historiador arábigo, el verdadero autor del Quijote, y que él lo haría traducir del árabe al castellano por un morisco.
Este motivo del Grial coincidía, para Jung 51, con las expresiones de la alquimia sobre el Unun Vas, la Una Medicina y el Unus Lapis, con la que los alquimistas buscaban realizar la unión total de los opuestos, considerándolo imprescindible para la consecución de la meta y curación de todo mal. Esta unión se hacía posible, a partir de los distintos trabajos con la prima materia y la, imprescindible, participación del espíritu de Eros, que debía estar contenido, de modo hermético, en el vas alchemico. Pero, esta tarea de reconciliación de opuestos, aparentemente incompatibles, no se daba de forma natural, sino que - Deo concedente - tendría que ser fruto del esfuerzo humano.
Existe un paralelo legendario del motivo del Grial o del vas alchemico entre los mitos del comienzo de la cultura de al-Andalus, que hace referencia a La Mesa de Salomón 52, cuya búsqueda, también, fue emprendida tanto por judíos, como cristianos y musulmanes. Según esta leyenda, esta maravillosa y misteriosa mesa de esmeralda, que estaba entre los tesoros encontrados en Toledo, cuando llegaron los Árabes, había pertenecido al Rey Salomón, siendo llevada, en su día, de Jerusalén a Roma y, más tarde, traída, por los Godos, a España, entre los s. V y VI.
La esmeralda es la piedra de Hermes y juega un papel muy importante en relación con la famosa Tabula smaragdina 53 que recoge la esencia de la obra alquímica, en los trece principios de Hermes Trismegisto, el enigmático dios Egipcio y/o hombre sabio, autor de las obras herméticas que, según la leyenda, había legado una mesa, en la que estaba grabada, en lengua griega, la esencia de la sabiduría alquímica.
Von Franz dice que, en comparación con el recipiente, la mesa está más en relación con el esfuerzo humano, por devenir conscientes, pues, a través de ella, se vuelven conscientes todas las partes disociadas de la personalidad, quedando reunidas en la totalidad. También, señala que la mesa sirve de base portadora del Grial y se le confiere, por ello, un significado, ligeramente, diferente de éste, que estaría más relacionado con el esfuerzo humano, para alcanzar la síntesis de la totalidad, que se expresa en el recipiente y en el Grial. Por eso, este símbolo representaría, más bien, un aspecto colectivo del devenir consciente del Sí-mismo 54.
Salomón, el hijo del Rey David, fue un rey mítico y enigmático de la antigüedad, más conocido por su poesía y sabiduría (la cual, posiblemente, sobresalía por encima de todos los sabios de Egipto y de Oriente), que construyó el Templo de Jerusalén y adquirió celebridad por su encuentro con la reina de Saba. En su Libro de los Proverbios (8: 12-31), Salomón ensalza a la Sabiduría, como la verdadera compañera de Yahveh; Ella estaba con el Señor, cuando Él preparaba los cielos, esto es, antes de que se formaran las aguas, la tierra, las colinas y las montañas. Salomón inició una nueva era, que aportaría la paz y la tranquilidad a Israel, en el curso de su vida y numerosos pensadores judíos vieron, en la empresa salomónica, una prefiguración del reino mesiánico.
Así, este motivo de La Mesa de Salomón, visto psicológicamente, podría representar el esfuerzo consciente que tendría que ser necesario para la realización de un símbolo de unión entre el Cristianismo y el Islam.
La unión de los opuestos, para Jung 55, no es sólo, una larga y tortuosa lucha, sino también, una aventura amorosa, de cuya fecundación surgía la síntesis. En esta coniunctio o “Boda Química”, los filósofos buscaban “el ser vivo” en la retorta, el vaso hermético que, como una matriz, contenía a los opuestos y destilaba, impidiendo que se escapara el “vapor humeante”, que aludía a la naturaleza espiritual y evasiva del mercurio conector, un principio vital que era una representación del inconsciente colectivo, una manifestación de Eros y un aspecto del principio femenino y del amor, como única fuerza capaz de unir a los opuestos.
Desde un punto de vista psicológico, esto representaría la necesidad de que el trabajo de la confrontación de los contenidos psíquicos debe ser realizado, de manera individual e introvertida, con la imprescindible participación de la función de relación o sentimiento.
Referente, pues, al problema, tanto individual, como colectivo, de la sombra, que es un contenido, próximo, al mundo de los instintos y que actúa de forma compensatoria respecto del consciente, deberemos aprender, con humildad, a aceptarla y vivir con ella, con la esperanza de que pueda ser integrada. Pero, esto sólo puede ser realizado – Deo concedente - si se incluye la dimensión psicológica que contiene la esencia de Eros y del espíritu femenino.
Retomando el motivo del Santo Cáliz, y considerándolo como una representación de la quintaesencia de la cultura mozárabe, se podría decir, que este, milagrosamente, ha permanecido, hasta nuestros días, como un símbolo imperecedero de unión de opuestos, que compensaría el destino de esa cultura, que fue fruto de la convivencia entre el Cristianismo y el Islam, pero, que habiendo empezado a desarrollarse, tristemente, acabaría por extinguirse.
Un vislumbre, una premonición de este destino se puede observar en el más importante documento de la épica española: El Cantar de Mio Cid, un poema escrito en la mitad del s. XII, sobre el paradójico héroe español universal que fue “El Cid”, el Castellano, Rodrigo Díaz de Vivar. Un personaje que vivió como mozárabe, en el reino musulmán de Zaragoza, donde encontró asilo y protección tras su destierro, y sirvió durante años a sus reyes, Al-Muqtadir, que fue sabio y erudito monarca, elogiado por Maimónides, y a su hijo Al-Mutamin, también hombre ascético, sabio y amante de los libros, que pondría en manos de Rodrigo la defensa y protección de su reino. Allí fue donde probablemente, comenzaron a llamarle con el sobrenombre de Cid (Sidi, forma hispánica del árabe Sayyidi, con el significado de mi señor), Más tarde, fue quien ocupó el rico reino musulmán de Valencia, siendo, además, el primero de los líderes cristianos en derrotar a los almorávides, un movimiento islámico que dominaba el norte de África, que eran intransigentes con la observancia de la ley coránica y practicaban la guerra santa, que habían acudido a la península, llamados por cinco de los reyes Hispano-musulmanes, para ayudarles, tras la toma de Toledo, frente a la ambiciosa política de expansión, sometimiento y extorsión de Alfonso VI, rey de León y Castilla, quien, no habiendo hecho caso de su consejero mozárabe, Sisnando Davídiz 56, en materia de impuestos, las parias, desencadenó, finalmente, la catástrofe, pues, vencido por los almorávides, éstos ya no regresaron a sus tierras, sino que deponiendo a los reyes Hispano-musulmanes, se quedarían dominando al-Andalus, que perdería, para siempre, su autonomía.
El poema épico se centra en las relaciones del Cid con Alfonso VI y al comienzo, refiriéndose al héroe, se dice de él: “...¡ Dios, qué buen vasallo, si tuviera buen señor !...”. Como en muchas épicas feudales, El Cancionero del Cid retrata la ruptura de las relaciones entre el señor y su vasallo, debido a ciertas deficiencias de su señor. Pero lo que es más interesante, para nosotros, es que, al contrario que el Cid, cuya intención era traer a su mujer a Valencia y casar a sus dos hijas, Alfonso VI - el representante entonces de la monarquía reinante en los reinos Hispano-cristianos, que estaban bajo la influencia de la Iglesia de Roma y que ya hacía tiempo que había dejado de lado el valor del sentimiento, y poco tardaría en desplegar el terror de la Inquisición - aparece, en el poema, sin la compañía de la reina, y sus propios nobles engañarían, violarían y abandonarían a las hijas del Cid. Este problema de la ausencia de una relación adecuada con lo femenino, José Zavala, en cierta ocasión me comentó que, también, se puso de manifiesto, a través de los siglos, en nuestros mitos literarios más característicos. Así, por ejemplo, desde la triste historia de los amores de Calixto y Melibea en La Celestina, o, en la leyenda de Los Amantes de Teruel, hasta el mito de Don Juan o la sátira de Cervantes contra los libros de Caballería, con la imaginaria relación de Don Quijote y Dulcinea.
La esmeralda es la piedra de Hermes y juega un papel muy importante en relación con la famosa Tabula smaragdina 53 que recoge la esencia de la obra alquímica, en los trece principios de Hermes Trismegisto, el enigmático dios Egipcio y/o hombre sabio, autor de las obras herméticas que, según la leyenda, había legado una mesa, en la que estaba grabada, en lengua griega, la esencia de la sabiduría alquímica.
Von Franz dice que, en comparación con el recipiente, la mesa está más en relación con el esfuerzo humano, por devenir conscientes, pues, a través de ella, se vuelven conscientes todas las partes disociadas de la personalidad, quedando reunidas en la totalidad. También, señala que la mesa sirve de base portadora del Grial y se le confiere, por ello, un significado, ligeramente, diferente de éste, que estaría más relacionado con el esfuerzo humano, para alcanzar la síntesis de la totalidad, que se expresa en el recipiente y en el Grial. Por eso, este símbolo representaría, más bien, un aspecto colectivo del devenir consciente del Sí-mismo 54.
Salomón, el hijo del Rey David, fue un rey mítico y enigmático de la antigüedad, más conocido por su poesía y sabiduría (la cual, posiblemente, sobresalía por encima de todos los sabios de Egipto y de Oriente), que construyó el Templo de Jerusalén y adquirió celebridad por su encuentro con la reina de Saba. En su Libro de los Proverbios (8: 12-31), Salomón ensalza a la Sabiduría, como la verdadera compañera de Yahveh; Ella estaba con el Señor, cuando Él preparaba los cielos, esto es, antes de que se formaran las aguas, la tierra, las colinas y las montañas. Salomón inició una nueva era, que aportaría la paz y la tranquilidad a Israel, en el curso de su vida y numerosos pensadores judíos vieron, en la empresa salomónica, una prefiguración del reino mesiánico.
Así, este motivo de La Mesa de Salomón, visto psicológicamente, podría representar el esfuerzo consciente que tendría que ser necesario para la realización de un símbolo de unión entre el Cristianismo y el Islam.
La unión de los opuestos, para Jung 55, no es sólo, una larga y tortuosa lucha, sino también, una aventura amorosa, de cuya fecundación surgía la síntesis. En esta coniunctio o “Boda Química”, los filósofos buscaban “el ser vivo” en la retorta, el vaso hermético que, como una matriz, contenía a los opuestos y destilaba, impidiendo que se escapara el “vapor humeante”, que aludía a la naturaleza espiritual y evasiva del mercurio conector, un principio vital que era una representación del inconsciente colectivo, una manifestación de Eros y un aspecto del principio femenino y del amor, como única fuerza capaz de unir a los opuestos.
Desde un punto de vista psicológico, esto representaría la necesidad de que el trabajo de la confrontación de los contenidos psíquicos debe ser realizado, de manera individual e introvertida, con la imprescindible participación de la función de relación o sentimiento.
Referente, pues, al problema, tanto individual, como colectivo, de la sombra, que es un contenido, próximo, al mundo de los instintos y que actúa de forma compensatoria respecto del consciente, deberemos aprender, con humildad, a aceptarla y vivir con ella, con la esperanza de que pueda ser integrada. Pero, esto sólo puede ser realizado – Deo concedente - si se incluye la dimensión psicológica que contiene la esencia de Eros y del espíritu femenino.
Retomando el motivo del Santo Cáliz, y considerándolo como una representación de la quintaesencia de la cultura mozárabe, se podría decir, que este, milagrosamente, ha permanecido, hasta nuestros días, como un símbolo imperecedero de unión de opuestos, que compensaría el destino de esa cultura, que fue fruto de la convivencia entre el Cristianismo y el Islam, pero, que habiendo empezado a desarrollarse, tristemente, acabaría por extinguirse.
Un vislumbre, una premonición de este destino se puede observar en el más importante documento de la épica española: El Cantar de Mio Cid, un poema escrito en la mitad del s. XII, sobre el paradójico héroe español universal que fue “El Cid”, el Castellano, Rodrigo Díaz de Vivar. Un personaje que vivió como mozárabe, en el reino musulmán de Zaragoza, donde encontró asilo y protección tras su destierro, y sirvió durante años a sus reyes, Al-Muqtadir, que fue sabio y erudito monarca, elogiado por Maimónides, y a su hijo Al-Mutamin, también hombre ascético, sabio y amante de los libros, que pondría en manos de Rodrigo la defensa y protección de su reino. Allí fue donde probablemente, comenzaron a llamarle con el sobrenombre de Cid (Sidi, forma hispánica del árabe Sayyidi, con el significado de mi señor), Más tarde, fue quien ocupó el rico reino musulmán de Valencia, siendo, además, el primero de los líderes cristianos en derrotar a los almorávides, un movimiento islámico que dominaba el norte de África, que eran intransigentes con la observancia de la ley coránica y practicaban la guerra santa, que habían acudido a la península, llamados por cinco de los reyes Hispano-musulmanes, para ayudarles, tras la toma de Toledo, frente a la ambiciosa política de expansión, sometimiento y extorsión de Alfonso VI, rey de León y Castilla, quien, no habiendo hecho caso de su consejero mozárabe, Sisnando Davídiz 56, en materia de impuestos, las parias, desencadenó, finalmente, la catástrofe, pues, vencido por los almorávides, éstos ya no regresaron a sus tierras, sino que deponiendo a los reyes Hispano-musulmanes, se quedarían dominando al-Andalus, que perdería, para siempre, su autonomía.
El poema épico se centra en las relaciones del Cid con Alfonso VI y al comienzo, refiriéndose al héroe, se dice de él: “...¡ Dios, qué buen vasallo, si tuviera buen señor !...”. Como en muchas épicas feudales, El Cancionero del Cid retrata la ruptura de las relaciones entre el señor y su vasallo, debido a ciertas deficiencias de su señor. Pero lo que es más interesante, para nosotros, es que, al contrario que el Cid, cuya intención era traer a su mujer a Valencia y casar a sus dos hijas, Alfonso VI - el representante entonces de la monarquía reinante en los reinos Hispano-cristianos, que estaban bajo la influencia de la Iglesia de Roma y que ya hacía tiempo que había dejado de lado el valor del sentimiento, y poco tardaría en desplegar el terror de la Inquisición - aparece, en el poema, sin la compañía de la reina, y sus propios nobles engañarían, violarían y abandonarían a las hijas del Cid. Este problema de la ausencia de una relación adecuada con lo femenino, José Zavala, en cierta ocasión me comentó que, también, se puso de manifiesto, a través de los siglos, en nuestros mitos literarios más característicos. Así, por ejemplo, desde la triste historia de los amores de Calixto y Melibea en La Celestina, o, en la leyenda de Los Amantes de Teruel, hasta el mito de Don Juan o la sátira de Cervantes contra los libros de Caballería, con la imaginaria relación de Don Quijote y Dulcinea.
En nuestro Cantar de Mio Cid, desde el punto de vista psicológico, esto representaría, que la dominante del consciente colectivo cristiano de aquella época, simbolizado en la figura del rey Alfonso VI y la que, posteriormente, continuaría invadiendo y conquistando al-Andalus - y al resto de Europa y, más tarde, también, América - al no tener relación con lo femenino, no estuvo a la altura de su tarea colectiva y, por ello, desencadenaría, con su actitud unilateral, un enfrentamiento entre aquellas culturas, que se fue radicalizando, progresivamente, hasta que llegaron a ser irreconciliables.
Así, en la actualidad, la reconciliación entre el Cristianismo y el Islam, no podrá ser realizada sólo en un plano intelectual y racional, sino que, es imprescindible incluir la rehabilitación y la incorporación del principio femenino de Eros en esta tarea, que ha de ser comenzada en cada uno de nosotros, de un modo individual y subjetivo, como nos inculcó Marie-Louise von Franz.
Con la ayuda de la Psicología Analítica, como llave de la alquimia, que, tan generosamente, Jung y von Franz han legado a la Humanidad, podremos avanzar - Deo concedente - en la tarea que proponía Jung, en su introducción en Símbolos de Transformación 57, “... del mismo modo que los conocimientos psicológicos pueden estimular la comprensión de las estructuras históricas, los materiales históricos pueden, a su vez, arrojar nueva luz sobre las cuestiones de la psicología individual...”.
Quiero expresar mi agradecimiento personal a Marie-Louise von Franz, por el estímulo y ayuda que me brindó para ocuparme de estos materiales, buscando paralelos y amplificaciones, que permitan proseguir en estas investigaciones, y, ojalá, que, también, puedan estimular a otras personas, en esa misma dirección.
Valencia, Diciembre de 2002
Rafael Monzó Giménez
NOTAS
1- Davies, Barbara, Zu Leben und Werk von Marie-Louise von Franz. Jungiana nº8; Verlag Stiftung für Jung´sche Psychologie. Küsnacht.1998
2- Von Franz, The Cat. Inner City Books, Toronto, 1999
3- Se utiliza la palabra sincronicidad para indicar dos sucesos, uno de índole físico y otro psíquico, que corresponden en significado pero que no tienen relación causal. Es popular el uso del término, reflejando los principios de disposición acausal y del unus mundus. Jung y von Franz definen la sincronicidad como un especial ejemplo de disposición acausal en la cual aparece una conjunción de la psique y la materia como un acto creativo - en un singular momento de tiempo - demostrando una espontánea manifestación de realidades interiores y exteriores que coinciden en su significado (von Franz, Numero y Tiempo, 1974, p 6-11)
4- Ramos, Rafael, La Dama de Elche. Albatros. Valencia, 1997, pag. 37
5- Von Franz, Alquimia: Introducción al Simbolismo y a la Psicología, Luciernaga. Barcelona, 1991, pag, 246
6- Mensajes de la Virgen de Medjugorje, Ed. Obelisco, Barcelona. 1995
7- Von Franz, Nike and the Waters of Styx en “Archetypal Dimensions of the Psyche”. Shambhala. Boston. 1997, pag.263
8- En Einsiedeln, cantón de Schwyz, nació Paracelso. Su celebre monasterio benedictino, alberga una imagen de la Virgen Negra, patrona de la Suiza católica, que es un lugar de peregrinación y recibe especial veneración por ayudar a las mujeres estériles a concebir y como auxiliadora durante el parto.
9- “Las Provincias”. Valencia, 15/03/1996
10- Zavala, José, Símbolos en el prólogo de Enrique V, de Shakespeare, Conferencia para el Seminario del Grupo de Psicología Analítica de Valencia. Abril/1996.
11- Bauman, Dieter, The Dialas : the voice of Natural Femenine Spiritis in the region of Graubinden, Switzerland. Conferencia presentada en la IX Reunión de Verano, Grupo de Psicología Valencia, 1994
12-Jung, Answer to Job. Collected Works, vol 11, cap.XIX
13- Para Jung, Sofia, representaría la cuarta etapa del desarrollo del anima, después de Eva, Helena de Troya y Maria. En el hombre funcionaría como guía de vida interior, llevando a la conciencia los contenidos del inconsciente, cooperando en la búsqueda de sentido y siendo la musa creativa en la vida de un artista.
14- Jung, Answer to Job, para. 748
15- Jung había previsto la venidera declaración de la Asumptio Mariae diez años antes, como una inevitable conclusión de la doctrina católica de la conclusión probabilis seguida por la conclusio certa. (Jung, Trinity, para 251n)
16- Jung, Answer to Job, paras. 754
17- Ibid., paras. 755f
18- El “Misterio de Elche” en Mayo de 2001, y el “Palmeral de Elche” en Noviembre de 2001
19- El Monasterio Románico de Montserrat, Cataluña, es igualmente mencionado por ser uno de los importantes santuarios de la Virgen Negra, que se encuentra entre montañas sobre espectaculares formaciones rocosas y ha sido lugar de peregrinaciones durante centurias.
20- Jacobs, Brigitte, De la Diosa Egipcia Isis a la Cristiana Maria, Junguiana nº
21- Agradezco esta información al Dr. Dieter Baumann
22- Oñate, Juan Angel, El Santo Grial: Su historia, su culto, y sus destinos, 1972. Valencia, pag. 73
23- Von Franz, C.G. Jung and the contemporary woman´s problem. Jungiana, nº6, 1996
24- Agradezco esta información a Brigitte Jacobs.
25- Zum Tod von Marie-Louise von Franz Ansprachen an der Trauerfeier in Küsnacht am 26. Februar 1998. Junguiana nº 8
26- Von Franz, C.G.Jung´s Rehabilitation der Gefühlsfunktion in unserer Zivilisation, en Contributions to Jungian Psychology: Festschrift to 75th Birthday of Marie-Louise von Franz. Editors: J.F.Zavala, G.Rusca, R.Monzó. 1991, V.Orenga, Valencia
27- Antuñano, Salvador A., El misterio del Santo Grial: Tradicion y leyenda del Santo Caliz (1999). Antuñano es profesor de ética y Sagradas Escrituras en el Centro Universitario Francisco de Vitoria, Madrid. Imágenes del Santo Caliz en http://www.catedraldevalencia.es/el-santo-caliz.php
28- Beltrán, Antonio, El Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. Zaragoza 1960, pag. 18, 57
29- Schäfer, Hans Wilhelm, Kelch und Stein, Frankfurt am Main-Bern,1983
30- Von Eschenbach, Wolfram, Parzival, Ed. Siruela, Madrid, 1999, pag. 231
31- Scholem, Gershom G., Majors Trends in Jewish Mysticism. New York: Schocken Books, 1961, p. 230
32- Peñarroja, Leopoldo, Cristianos bajo el Islam. Gredos. Madrid, 1993
33- Garaudy, Roger, El Islam en Occidente: Cordoba, capital del pensamiento unitario, Madrid, 1987, pag, 32
34- Galmés de Fuentes, Alvaro, Las Jarchas Mozárabes. Critica. Barcelona.1994. pag 120
35- Scholem, Gershom G. Las grandes tendencias de la Mística Judía. Siruela. Madrid 1996, pag 227
36- Ibn Arabi, (1993) Tarjuman al-Ashwaq (The Interpreter of Desires), 11.12-15; translation by Claude Addas/Peter Kingsley en Claude Addas, The Quest for the Red Sulphur: The Life of Ibn Arabi. Cambridge: Islamic Texts Society, p.211. Una idea similar es expresada por el maestro sufi Bawa Muhaiyaddeen: “Eres un Cristiano porque crees en Jesús, y eres un Judío porque crees en todos los profetas incluido Moisés. Eres Musulmán porque crees en Mahoma como un profeta, y eres Sufí porque crees en la universal enseñanza del amor de Dios. No eres realmente ninguno de ellos, pero eres todo de ellos porque crees en Dios. Y una vez crees en Dios, no hay religión. Una vez dividido en religiones estas separado de tu prójimo”
37- Tufayl, Ibn, El filosofo Autodidacto, Ed. Trotta. Valladolid, 1995
38- López-Reyes, Ramón, Los Diálogos de Santiago Matamoros, Hawai, 2001. Trabajo aún no publicado, por lo que agradezco a su autor, me diera a conocer su escrito.
39- Jung, Recuerdos, sueños y pensamientos. Seix Barral. Barcelona, 1964, pág 254
40- Lessing, G. Ephraim, Natan el sabio. Espasa-Calpe, Madrid. 1985
41- Jung, Recuerdos, sueños y pensamientos, pág, 249
42- Berthelot, La Chimie au Moyen Age, 1893, T.III, p.117
43- Jung, The Philosophical Tree, en Alchemical studies, Collected Works, vol XIII, parg, 425-436
44- Davies, Barbara, Zu Lebe und Werk von Marie-Louise von Franz Jungiana nº 8, 1998
45- Von Franz, “Hall Ar-Rumuz” (Clearing of Enigmas). Historical Introduction and Psychological Coment. Verlag Fotorotar. 1999
46- Jung, Recuerdos, sueños y pensamientos, pág. 229
47- Ibid., pág. 287
48- Jung, The Dreamlike World of India. Collected Works, vol X, parg 990
49- Emma Jung y von Franz, The Grail Legend, Sigo Press. Boston, 1986
50- Ponsoye, Pierre, El Islam y el Grial. Olañeta, Palma de Mallorca,1984, pág.19
51- Jung, Recuerdos, sueños y pensamientos, pág 289
52- Al-Kardabus, Ibn, Historia de Al - Andalus. Akal. Barcelona, 1986, pag.64-71
53- Emma Jung y Von Franz, The Grail Legend, pag. 165
54- Ibid., págs. 166-170
55- Jung, Mysterium Coniunctionis, Collected Works, vol XIV, parg, 320
56- Menendez Pidal, Ramón, El Conde Mozarabe Sisnando Davídiz y la política de Alfonso VI con las Taifas, Al-Andalus, 1947,vol. 20, pags. 28 - 41
57- Jung, Symbols of transformation. Collected Works, vol V
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